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El provocar divisionismo dentro de la reunión o fiesta ágape, la irreverencia al comer en exceso, el menosprecio de los pudientes a los que menos tienen, son algunos aspectos que se consideran como obstáculo para participar con manos limpias y corazón puro en la Cena del Señor.
También es indigno no darle la importancia, reverencia y seriedad a estos simbolismos sagrados, no tener un compromiso con Dios y participar de los símbolos a la ligera, puede llevar a sufrir graves consecuencias.
Además de los problemas de relación y de comunión con la iglesia, existen otros problemas internos, que repercuten en la vida espiritual: odio, mentira, orgullo, vanidad, amargura, desprecio, propensión a la fornicación y adulterio; y todo lo que no agrada a Dios, son obstáculos que impiden el acercarse a la mesa del Señor.
Pablo no excluye a nadie de la mesa del Señor, le invita a hacerse un autoexamen, y si encuentra que en algo está fallando a Cristo, pues lo único que tiene que hacer, es arrepentirse sinceramente, y cumplir con el sacramento. El acceso está abierto para el pecador arrepentido.
Si algún creyente se encontrara en desgracia por comer o tomar la cena indignamente y cayere en enfermedad, tenga presente que Dios no quiere destruirle sino que busca disciplinarle y hacerle volver a la senda angosta.