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PRIMERA DE CORINTIOS CAPITULO 1 Salutación, 1 Co 1:1-3

1:1-3 “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”.


Esta carta, junto con 2 de Corintios y Romanos, son las tres cartas magnas del apóstol Pablo. Estas tres misivas serían suficientes para poder organizar y adoctrinar a cualquier congregación, de allí la gran importancia de estudiarlas concienzudamente. La iglesia de Corinto era una iglesia en crecimiento y muy importante, pero como todas las congregaciones de todos los tiempos presentaba problemas endémicos, es decir, que por repetitivos se hicieron propios de esa comunidad religiosa. Algo que con frecuencia ha sucedido en otras iglesias, en donde los problemas frecuentes les dan “un sello” que las identifica.

La iglesia en general, al estar constituida por seres humanos manifestará siempre imperfecciones, que, sin embargo, no deben llevar a sismas, sino a la unidad; las diferencias siempre deben tener su adecuada proporción y deben servir para el ejercicio de cada uno de sus miembros en amor. Corinto tenía problemas de división, de carnalidad, de dones sin domesticar y otros más; errores que, sin proponérselo, han beneficiado a la iglesia universal puesto que las correcciones impartidas por Pablo, en persona o por carta, han arrojado luz en todo ello para el devenir cotidiano de cada congregación.

Como era la costumbre del apóstol Pablo en las salutaciones de sus epístolas, estampaba su nombre junto con el título que le había sido otorgado de lo alto, en este caso particular menciona que su llamado apostólico proviene del Padre, aunque añade en Gal. 1:1 que en su llamado también ha intervenido el señor Jesús. La bendita Trinidad.

Su llamado (gr. kletós) es una palabra que se usa 11 veces en todo el Nuevo Testamento, pero el apóstol la usa únicamente en Romanos y en 1 Corintios y exclusivamente en este capítulo uno, tres veces en total (1:1, 2, 24). El término puede significar también “invitado”, “provocado a”. Así mismo el apóstol hace hincapié en el hecho de que él no escogió este ministerio, sino que fue el Dios viviente al que le plació hacerlo, por lo tanto quien se oponía a su llamado apostólico lo hacía también contra el Señor.

El hermano Sóstenes parece ser el mismo “principal de la sinagoga” de Hechos 18:17; su nombre puede significar “de gran fortaleza” y debió estar a la altura de su nombre pues padeció junto con Pablo de manera valiente cuando fueron golpeados al salir del tribunal, indefensos, por los rebeldes judíos que rechazaban el mensaje apostólico. Sóstenes, no sólo se afirmó en Cristo, sino que ahora acompañaba a Pablo en la ciudad de Efeso, desde donde se cree, Pablo escribió la carta.

Información geográfica: Esta carta menciona claramente al destinatario: la iglesia de Dios que está en Corinto. Corinto estaba situada en un estrecho istmo entre Grecia y la península del Peleponeso, los que venían por tierra tenían pasar por allí forzosamente; los que venían en barco de Grecia o del Peleponeso desembarcaban en los puertos costeros pero pasaban también caminando al siguiente embarcadero por Corinto, así es que este lugar era tremendamente cosmopolita y centro de reunión de todo lo nuevo y de toda clase de excesos.

En total Pablo les escribió cuatro cartas (dos perdidas); la razón de tal profusión de misivas era por la mala conducta de los corintios pues iglesia estaba asentada en un lugar lleno de placer, idolatría y liviandad, aberraciones que salpicaban en mayor o menor grado a la congregación que se convertía y luego se añadía a la iglesia. Esa gama de pecados tuvieron un valor inesperado, puesto que nos permitieron tener estas dos valiosísimas cartas de Pablo que dan un acervo doctrinal, litúrgico, administrativo y carismático sin igual en todo el Nuevo Testamento. Curiosamente la doctrina pentecostal debe mucho al desorden corintiano, puesto que gracias a ello la corrección paulina dejó un legado magnífico, especialmente entre el adoctrinamiento sobre los dones carismáticos, su función, manifestación, administración y cantidad.

Nota histórica:

Esta sería una de las cuatro cartas que al menos se sabe Pablo escribió a la iglesia que estaba en esta ciudad decadente moralmente, de esas cuatro sólo se conservan la que llamamos 1 y 2 de Corintios, las otras pertenecen a las “cartas perdidas de Pablo”. En la misma lectura de las epístolas paulinas se puede deducir las misivas extraviadas, por ejemplo, podemos ver que antes de 1 Corintios existió una epístola: 1 Co 5:9; así mismo, después de 1 Corintios Pablo envió otra antes de la que llamamos 2 Corintios: 2 Co 2:1-11; 7:8-12.

Nota Doctrinal:

Los grandes temas de los carismas (no de “dones” (gr. dorón) solamente, sino de “carismas” (gr. jarismas), atribuidos a la manifestación del Espíritu Santo) se tratan en 1 Corintios. Los pentecostales basan mucho de su doctrina en 1 Corintios 12 y 14. Los cesacionistas ven estos dones carismáticos como totalmente innecesarios para hoy día y creen ver en el capítulo 14 la razón de ello: el excesivo desorden que generan. Los pentecostales contrario a ello ven en este capítulo, el ABC del proceder carismático en cualquier congregación de hoy día. De no ser por los excesos de esta iglesia no se tendría el panorama de cómo se comportaban las iglesias en la liturgia interna del siglo I y II, así como tampoco del ejercicio de los nueve dones del Espíritu y sus manifestaciones en un culto cotidiano de la iglesia primitiva.

Cuando Pablo escribe llamados a ser santos lo hace sabiendo que ese “llamado” (gr. kletós), es de la misma calidad que el propio llamado suyo a ser apóstol. Así compromete el apóstol a los Corintios a guardarse “santos” con perseverancia puesto quien llamó a Pablo los llamó a ellos también.

Pablo bendice a los corintios con la expresión gracia y paz. La palabra “gracia” (gr. charis) aparece 10 veces en esta epístola, dos veces en este capítulo (1:3,4). La palabra “paz” es muy semítica, su equivalente en el hebreo es “shalom” que no solo significa ausencia de conflicto sino plenitud de vida, aquí se usa el vocablo griego “Irene”=paz, que aparece 4 veces en toda la epístola. Estas dos bendiciones son exclusivas para los cristianos (a vosotros) y provienen de la mejor fuente: de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

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