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Imponer las manos a una persona, es para empoderarlo ante una congregación(o ante una Denominación). El darle autoridad implica que dicha persona se ha ganado la confianza, tanto del líder principal como de los demás miembros de la iglesia. La recomendación paulina marca la pauta para ser cuidadoso al escoger los líderes que ayudarán en el ministerio. Además, pueden observarse las siguientes recomendaciones:
• No ordenar precipitadamente a algún creyente, sin que antes haya dado muestra de madurez (Tito 1:1-9), y estudiado los cursos prescritos en un Instituto Bíblico. Hoy en día no se justifica improvisación, ni falta de preparación.
• Una ordenación precipitada a un cargo eclesiástico, haciendo caso omiso de las normas bíblicas, lleva la posibilidad de participar en pecados ajenos.
• Conservarse puro, en este caso, es no participar en la elección u ordenación de alguien indigno para el cargo de pastor (B. de Est. Pentecostal Pg. 1745)
Pudiera esto último, también aplicarse a no participar de los pecados de otras personas. El pastor debe ser muy cauteloso en cuanto a marcar límites saludables para evitar ser partícipe de los pecados de otros, inclusive el simple hecho de no denunciar las faltas, puede convertirle en cómplice. Desde luego, otra acepción de la indicación paulina es mantenerse puro en todos sentidos.
Es recomendable esperar un tiempo razonable para nombrar líderes en la iglesia que proceden de otras congregaciones o incluso que nacieron en la iglesia, pero que aún no han dado el fruto que se espera de ellos. El liderazgo es un lugar de honor y no debe otorgarse a la ligera. Tener lineamientos por escrito que marquen tiempo en la membresía y lo que se espera de la ética ministerial, ayudarán al ministro a llevar a cabo una administración adecuada de la congregación y también a conservar su pureza al no ser partícipe de pecados ajenos.