Pablo trata aquí en una forma general el tema del pecado. En otras Epístolas profundiza en su descripción, por ejemplo en Efesios Caps. 4: 17-32 y 5:1-18. Los pecadores tratarán siempre de ocultar su falta, pero cuando son descubiertos caen en descrédito. Esto puede aplicarse tanto a los creyentes, como a las personas fuera de la iglesia. El único que conoce las intenciones del corazón es Dios, pero es responsabilidad del liderazgo permanecer atento a la conducta de los creyentes.

El Apóstol recalca también el lado positivo de las acciones, es decir las buenas obras, las cuales se deben hacer manifiestas en mucha mayor proporción que las negativas.

La salvación en Cristo implica la confesión del pecado y el genuino arrepentimiento. Eso es lo que trae la libertad al ser humano.