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Desde el capítulo anterior Pablo comenzó su narración sobre los motivos “para gloriarse” (11:30). Presenta una lista de los acontecimientos que describen su debilidad y fragilidad como hombre que sirve al Señor (11:22-27). A pesar de que estos pueden ser motivo de gloria para otros, para Pablo resultan poco presumibles, aunque necesarios, para hablar de sí mismo y relatar sus tribulaciones como siervo de Cristo. “pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor.” Ahora el apóstol hace uso de las visiones que ha recibido de parte de Dios, mostrando de forma más obvia su cercanía y comunión con Él.
De manera implícita deja que sus lectores se percaten de que, a pesar de que tuvo momentos de dificultades y peligros, la autoridad y el trato especial de Dios no falta a quienes son verdaderos servidores, en comparación con los predicadores que se acercaban a los corintios para aprovecharse de ellos (11:20). Vale la pena recalcar que, a pesar de escribir brevemente un acontecimiento permitido por Dios, como lo es la visión, Pablo prefiere presentar de manera más extensa los sufrimientos que atravesó al cumplir su apostolado, como lo comenzó ya en capítulos anteriores.