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El apóstol Pablo les escribe antes de ir a verlos con la intención de que reflexionen sobre su vida delante de Cristo. Como su padre espiritual los anima a cambiar su vida errónea, a una vida que honre el nombre de Dios. Las palabras del apóstol nos permiten ver que les da una advertencia que tienen que aprovechar para corregir lo malo en ellos, ya que al llegar a la iglesia y estar presente, la dureza con la que los trataría sería firme y con la autoridad suficiente para exhortarles y tratar aquellos temas de controversia, con mano dura.
Pero no para destruirlos y ni que se alejen de Cristo, sino para que a través de palabras fuertes de parte del Señor pudiera ayudarles a cambiar y rendirse al señorío de Cristo. Sin duda el propósito del apóstol es que fueran edificados y no destruidos, tratando los temas pertinentes con firmeza para poderlos encaminar en la senda correcta de verdaderos creyentes.
Dentro de nuestras iglesias se encuentran creyentes que por la influencia mundanal tan fuerte, están alejándose del plan divino coqueteando con el pecado y tal vez justificando de alguna manera su proceder. Es allí donde los creyentes maduros podemos ayudar, y como el Apóstol, instar a los débiles a que caminen correctamente y que vuelvan su rostro a aquel que los llamó a una vida santa. No estamos solos para realizar esta labor, ya que el Espíritu Santo está con nosotros dándonos las palabras de edificación correctas para aquellas almas extraviadas.