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Todo lo había enseñado Pablo a la iglesia de Tesalónica cuando fue fundada. Según la narración de Hechos (17:1-9) Pablo estuvo tres sábados en la sinagoga y de allí se salió a las casas de los que iban creyendo para fundar la iglesia. La iglesia maduró muy rápido de tal forma que el apóstol pudo darles de comer “viandas” y no solo “leche” espiritual, como a los corintios (1 Co 3:2). Les enseñó “lo que lo detiene” a este “hombre de pecado”.
Que sea quitado de en medio, “quien al presente lo detiene” (2:9). Algunos piensan que se refiere a un gobierno humano, pero hay más evidencia que se refiere al Espíritu Santo, quien es el único que tiene poder para detener el mal, al inicuo, y a Satanás (2 Ts 2:9). Lo que detiene la iniquidad es el Espíritu Santo. Él obra mediante la iglesia. Las manifestaciones del Espíritu Santo por medio de la iglesia se terminarán durante la “gran tribulación”. Su presencia no puede ser quitada de la tierra pues es Omnipresente, pero sí su trabajo y sus manifestaciones. Cuando el Espíritu Santo deje de interrumpir la maldad, ésta cubrirá la tierra como una inundación.
Nota gramatical importante: Surge cierto desconcierto al leer los versículos 6 y 7, cuando se usa lo y él, refiriéndose a: “quien al presente lo detiene”. Debe saberse que, el vocablo Espíritu, como traducción del griego, puede llevar antes “él”, que es un pronombre masculino, o también “lo”, que es un pronombre neutro. Es decir, que los versículos se refieren tanto con él, como con lo, al Santo Espíritu de Dios… al Espíritu Santo.
La maldad de este “hombre de pecado” ya está obrando, dice Pablo. Juan también veía “el misterio de la iniquidad” en los errores e impurezas que se deslizaban dentro de la iglesia (1 Jn 2:18-29; 4:1-6). El apóstol dice que es un “misterio” porque está oculto en las profundidades del mundo moral, tanto, como el bien que está oculto en Dios y en el corazón de los fieles, y que se llama “el misterio de la piedad” (1 Ti 3:16).