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Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo. El Apóstol Pablo acorde a su estilo se identifica como el autor de la carta, de igual manera también como prisionero de Cristo por causa de la obra; si bien Nerón, el emperador Romano lo tenía cautivo, él era libre y al mismo tiempo esclavo de Cristo. Aunque escribía desde una prisión Romana (v. 9), él volaba en alas de libertad. El destinatario de esta pequeña carta fue el amado Filemón, un líder de la iglesia de Colosas, convertido bajo el ministerio de Pablo, a quien el Apóstol lo llama colaborador nuestro. Era pudiente, propietario de Onésimo, y posiblemente de otros esclavos más.
Pablo saluda a dos personajes cercanos a Filemón, a la amada hermana Apia se cree que era la esposa de Filemón y Arquipo su hijo; Pablo lo llama compañero de milicia (v. 2), en Colosenses lo llama “amado hermano, fiel ministro y consiervo en el Señor” (Co 4:17). Se menciona que en la casa de Filemón (v.2) se congregaba una iglesia.
En la época apostólica de la iglesia, se evidencia que las reuniones de la iglesia eran en casa. (cf. Ro 16:5, 1 Co 16:19). Los creyentes ponían a disposición sus hogares para la adoración a Dios. Unos siglos después, en el tiempo del Emperador Constantino se comenzaron a utilizar templos también para los servicios eclesiásticos. ¡Qué maravillosa combinación! Templos y casas para reunirse como iglesia; en el contexto actual urbano esta práctica es de mucha utilidad para la evangelización y el discipulado.
La salutación, Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo, es la acostumbrada por Pablo. Es semejante a la que aparece en Romanos, 2 de Corintios, Gálatas, Efesios y Filipenses. El saludo en sí, tiene dos aspectos, comprende la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la paz de Dios. Gracia (griego: Jaris) era el saludo común entre los griegos y paz (hebreo Shalom), era el saludo ordinario entre los hebreos, indicando que todas las bendiciones provienen de Dios el Padre, por medio de Cristo.