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FILIPENSES CAPÍTULO 2

Humillación y exaltación de Cristo, Filipenses 2:1-11

2:1-4 “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”


Son notables los “sies” con los que comienza el Apóstol este capítulo:
si hay alguna consolación en Cristo,
• si algún consuelo de amor,
• si alguna comunión del Espíritu,
• si algún afecto entrañable,
• si alguna misericordia…


Si esas condiciones se dan entre los filipenses, entonces se producirían estos frutos:
completad mi gozo,
• sintiendo lo mismo,
• teniendo el mismo amor,
• unánimes,
• sintiendo una misma cosa.


Para evitar que en la iglesia de Filipos se manifieste una desunión entre sus miembros, el apóstol Pablo señala elementos que en la práctica cristiana son factores positivos que se deben cultivar: “sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” y factores negativos que se deben evitar: “nada hagáis por contienda o por vanagloria”.

El apóstol cita la palabra “unánimes” haciendo recordar la condición de aquellos ciento veinte que se encontraban esperando la promesa del Espíritu Santo, en el Aposento Alto (Hechos 2:1-4) y las características de armonía y congruencia que mostraron aquellos hermanos de la naciente iglesia después del Pentecostés (Hch. 2:43-47). Sin duda, esa condición de estar unánimes los iba a llevar a recibir grandes cosas de parte del Señor y el apóstol sabía que eso mismo pudiera pasar en Filipos.

Desde luego que en esta lista de “sies” y frutos deseables, resalta la conclusión de esta sección tan importante, en el segmento que sigue más adelante en: Filipenses 2:5-11, que hace del capítulo una joya cristológica: La humillación y exaltación de Cristo. El cual encuentra un pasaje paralelo en Col 1: 15-19

“con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. Ser humilde significa estar consciente de las propias debilidades y dispuesto a dar a Dios el crédito por los logros personales y considerar a los demás con toda sinceridad, como más importantes que uno mismo. “Que nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3)

4no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” Lo opuesto de la humildad es el orgullo, que es un sentimiento exagerado que se da en la persona que cree sólo en sus propios méritos, superioridad y logros.

La conducta de un creyente en Cristo, permite superar el individualismo, la vanagloria, la envidia y el egocentrismo, cumpliéndose así, el propósito de Dios.

Para Meditar

Debemos compórtanos como dignos representantes del cordero de Dios, para que en todo mantengamos la humildad y el servicio, que son herramientas esenciales para alcanzar almas para Cristo y para que el crecimiento de la iglesia se dé con naturalidad, no provocando divisiones ni mucho menos conflictos de los cuales podamos arrepentirnos después. En todo tiempo debemos mantenernos en comunión con el Espíritu para que podamos lograr el gozo del Señor, el cual nos ayudará a crecer espiritualmente.






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