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Pablo pasa inmediatamente, después de decir que “todo lo puede en Cristo”, a darle gracias a los hermanos. Es una lección para todos, pues en ocasiones no agradecemos a los que terrenalmente nos respaldan, bendicen, sostienen, ofrendan o diezman. Demos gracias a Dios desde luego, pero no olvidemos agradecerles directamente a las personas que “fueron Sus brazos y manos”.
Pablo les agradece que su interés por ayudar no solo fue una intención “pensada”, sino que la llevaron a la práctica y su contribución en medio de su tribulación fue como agua fresca al sediento.
Esa actitud fue aprobada con un “bien hicisteis”. No se describe cómo hicieron estos hermanos para recolectar la ofrenda, pero fue un buen acto de benevolencia. (Lucas 12:33). Necesidades habrá muchas, y desde luego que no se pueden resolver todas, pero siempre una buena acción, pequeña o grande, será de gran alivio para el que padece necesidad.
Cristo prometió recompensar los más pequeños actos de bondad, tales como el dar un vaso de agua (Mr 9:410) o visitar a los enfermos. (Mt 25:34-45)