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El escritor del libro de Hebreos se refiere una vez más a la ley de Moisés para compararlo con Nuevo Pacto en vigencia; dando a entender que los términos del Nuevo Pacto no son menos estrictos que el Antiguo, sino más severos aun. Que mientras la violación de la ley de Moisés traía como consecuencia la muerte física, el pecado deliberado trae la venganza del Señor: es decir, Dios le hace culpable de la sangre de Cristo y juzgará duramente; tanto, que dice que será una cosa horrenda, “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”. Como de aquellos que dice Pablo: “los cuales mataron al Señor Jesús… y no agradan a Dios… así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo” (1 Ts 2:15ff).
Pecar voluntariamente, dice Hebreos, se traduce en:
a) Pisotear al Hijo de Dios
b) Tener por inmunda la sangre del pacto en el cual fue santificado.
c) Hacer afrenta al Espíritu de gracia.
Estas cosas terribles traerán juicio contra el infractor, pues Dios, no sólo no hará consideración alguna en su caso, sino que su condenación será mayor a los que no han conocido de Él aún (Lc 12:47). Esta es una terrible advertencia para todo aquel que ha venido a Cristo: su responsabilidad es mantenerse libre de pecado mediante la fe. Porque, así como él entró en la gracia mediante la fe, así tan sólo podrá mantenerse en esta gracia mediante ella. Y si alguno piensa que no puede mantenerse libre de pecado y peca deliberadamente significa que no ha creído plenamente que el poder de Dios es suficiente para vencer el pecado en su vida. Así, todo aquel hijo de Dios que no cumple el mandamiento de Cristo, que es el amor, se engaña así mismo diciendo que no tiene pecado (1 Jn 1:8), y eso significa no tiene comunión con Cristo (1 Jn 1:6), por tanto, estas cosas que dice el Hebreos se harán patentes en su vida.