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La fe otorgó a los antiguos un buen testimonio (Heb 11:1), la cual asegura para ellos una eternidad sin condenación; sin embargo, “no recibieron lo prometido”, es decir, a Cristo, pues dice Pablo: “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gál 4:4). Asimismo, no recibieron el Espíritu Santo a la manera de los creyentes del Nuevo Pacto, la gran promesa expresada en Joel capítulo dos. La salvación en Cristo y la llenura con el Espíritu Santo, es la “cosa mejor” a la que se refiere el escritor de Hebreos. En otras palabras, ellos no pudieren alcanzar salvación sin Cristo (aunque hubieron alcanzado buen testimonio en tiempos anteriores a que viniera el Señor), pues nos dicen las Escrituras: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). Y el mismo Cristo declara: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6).