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HEBREOS CAPÍTULO 5

Continuación…Jesús el gran sumo sacerdote, He 5:1-10

5:1-6 “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.


Este pasaje es una continuación al capítulo anterior que comenzó con la exaltación de nuestro Señor Jesucristo como el gran sumo sacerdote con poder y gran gloria. En estos versículos es notable la elección divina de Cristo como la de su naturaleza humana. De igual forma se resaltan dos citas muy importantes del Libro de los Salmos que brindan una gran luz para respaldar la obra redentora de Jesucristo.

Por otro lado, la descripción del oficio y las características particulares del sumo sacerdote en la historia bíblica son de gran relevancia cuando se le compara con el sacerdocio eterno de Cristo, algunas de los atributos de este oficio son:

1.El título y sus prerrogativas: El sumo sacerdote era considerado la máxima autoridad religiosa de la nación. El oficio se le otorgaba de manera hereditaria a la cabeza legal de la casa de Aarón (Ex 28:43; Lv 16:32; 21:16-23). El cargo de sumo sacerdote era de carácter vitalicio (Nm 35:25). El sumo sacerdote tenía la responsabilidad de ofrecer cada año la expiación por todos los pecados de la nación (Lv 16:29-34). Era el responsable directo del tabernáculo y posteriormente del templo, que incluía la supervisión de los que ejercían en el culto, y estaba también al cuidado de los tesoros del santuario (2 R 12:7; 22:4). Solo el sumo sacerdote podía consultar a Jehová con Urim y Tumim (Ex 28:30; Nm 27:21; Dt 33:8). Y en el Nuevo Testamento, era el que presidia el sanedrín cuando se trataban asuntos de tipo religioso (Mt 26:57; Hch 5:21).

2.-La función principal: El sumo sacerdote debía fungir como mediador, es decir, actuar como intermediario entre Dios y la nación judía, y ya que tenía la responsabilidad de entrar detrás del velo, una vez al año, debía ser el hombre elegido por Dios, de acuerdo a las normas establecidas, que se mencionan en los párrafos anteriores. La persona que intentara entrar por su propia cuenta a la presencia de Jehová, perdería la vida (Números Caps. 16 y 17).

3.-La vida moral y espiritual: La lamina de oro fino con el grabado SANTIDAD A JEHOVÁ en la frente del sumo sacerdote (Ex 28:36-38) indicaba la dignidad moral y espiritual con la cual debía entrar al Lugar Santísimo para poder hallar gracia delante de Jehová; pues llevaría los pecados propios (Lv 16:6, 11), los pecados de toda la nación (Lv 16:15) derramar la sangre de la expiación (Lv 16:11-31) a fin de presentar ofrendas y sacrificios por los pecados. El oficio del sumo sacerdote no estaba supeditado exclusivamente al sacrificio de la ofrenda anual, sino que, su servicio era ininterrumpido. Las temporadas de fiestas eran las que más ocupaban al sumo sacerdote en su oficio.

La ley establecía cinco clases de sacrificios, tres voluntarios: el holocausto (adoración), la ofrenda de cereal (gratitud por la provisión) y la ofrenda de paz (acción de gracias y comunión); y dos obligatorios: la ofrenda por el pecado (expiación y limpieza de toda contaminación); y la ofrenda por el pecado por yerros (expiación por pecados no intencionales), para lo cual, el sumo sacerdote estaba constituido por Dios a favor del pueblo como mediador, debiendo ser:

4.-Padre para el pueblo: El sumo sacerdote debía ser empático con los oferentes y paciente, es decir: “indulgente y compasivo”. En su oficio, el sumo sacerdote debía actuar como un padre amoroso para con los pecadores, indicándoles el camino a la restauración de su relación con Dios; para con los ignorantes, es decir: “los que pecaban por yerros” (Lv 4:13-34), el sumo sacerdote debía actuar como guía en las leyes y estatutos de Dios; y a los extraviados, esto es “a los que se habían desviado de la verdad”, el sumo sacerdote debía actuar como el pastor que conduce a las ovejas extraviadas al redil de su Señor.

5.-Susceptible al pecado: A pesar de que era considerado por la nación judía con un alto sentido, no solo de dignidad, sino más aún de santidad, su condición humana le hacía ser susceptible al pecado lo mismo que a los demás, puesto que él también estaba rodeado de debilidad; el diccionario Strong traduce “debilidad” como: “moralmente frágil”, o “susceptible al pecado”; y por causa de ella debía ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. La ley divina preveía el pecado del sumo sacerdote y establecía un sacrificio de expiación para su restauración (Lv 4:3-12). De esta manera nadie quedaba exento de pecado, y por tanto, todos necesitaban de la expiación, incluido en la lista el sumo sacerdote (Levítico Cap. 4).

El gran comentarista William Barclay enuncia lo siguiente: “El sacerdocio no es un oficio que una persona escoge, sino un privilegio y una gloria a los que es llamado. El ministerio de Dios entre los hombres no es un empleo ni una carrera, sino una vocación”. El autor a los hebreos concluye que ningún sumo sacerdote podía autoproclamarse como tal, sino que, Dios mismo le otorgaba esa honra para estar delante de su presencia.

Nota histórica:

el principal requisito para ejercer el oficio de sumo sacerdote era la elección divina, y nadie podía otorgarse este honor; sin embargo, la historia nos enseña que para el tiempo en que se escribe la epístola a los hebreos, el oficio de sumo sacerdote había llegado a un detrimento tal, que eran los gobiernos romanos los que establecían y deponían a los sumos sacerdotes del templo; además, este oficio había dejado de ser un cargo vitalicio, y tan solo en cien años de historia durante la ocupación romana hubo en el templo judío veintinueve sumos sacerdotes, los cuales no tenían el gobierno absoluto del templo, ni de la nación, sino que, actuaban como dirigentes del país bajo la supervisión de Roma.

Es comprensible que el autor no se incline a mencionar al sumo sacerdote en función, y se remonte a la elección del primer sumo sacerdote Aarón para aclarar a la nueva generación, que el honor de ejercer este digno oficio es solo por la aprobación y elección divina, a la cual también estuvo sujeto el Hijo de Dios, y que, ninguno de los sumos sacerdotes contemporáneos podía considerar su oficio como divino; sin embargo, el detrimento del culto judío, no iba a obstaculizar los planes eternos de Dios.

Las Escrituras anunciaron la llegada del gran sumo sacerdote testificando el Espíritu Santo en los Salmos (Sal 110:4); y ahora, en el cumplimiento de las sazones. Aquél que había sido anunciado por los profetas, venía a este mundo para cumplir su oficio conforme al plan eterno de redención establecido por Dios desde la eternidad; y con una dignidad inalterable y eterna. Ahora, el oficio de sumo sacerdote había pasado a ser de Cristo por la voluntad de Dios.

• Por herencia: “Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Sal 2:7);
• Por acto inquebrantable: “Juró Jehová, y no se arrepentirá” (Sal 110:4),
• Y mediante el pacto eterno: “Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec” (Sal 110:4). Véase también Gn 24:7; He 6:13, 7:21.



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