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Cristo como Sumo Sacerdote demuestra la ineficacia de los sacrificios y todos los rituales ofrecidos con anterioridad. La purificación de Jesús no solo era externa, sino también interna, su sacrificio no era para estarlo haciendo continuamente; sino una vez y para siempre.
Nota Devocional: Al meditar lo complicado que era para los peregrinos llevar de sus animales el mejor, sin defecto ni mancha de un año, caminar kilómetros con él para presentar el sacrificio, daba oportunidad de meditar en Dios en pedir ser libre de todo pecado que les atormentaba. Sin embargo, al regreso volvían a la misma vida y costumbres que los llevaban a cometer los mismos errores, Ahora es la sangre de Jesucristo que nos limpia de todo pecado, purifica nuestra conciencia y cuando el que ofrece su vida a Dios ya no un macho cabrío de su ganado, sino su vida. Es completamente limpio, no solo su carne, sino su mente, su alma y su corazón. Al regresar a su hogar mira las cosas diferente, se da cuenta de su actuar. Puede pedir perdón, y convivir en paz.
El apóstol Juan narra en la visión que tuvo en Apocalipsis 11:19 “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo” Un templo no hecho de manos, un arca que se encuentra en el cielo recordándole a Dios el pacto que ha hecho con los hombres, y que les pidió a los israelitas hacer una replica que aquí en la tierra en el tabernáculo, que les recordara el pacto de Dios para con ellos. A lo largo de todo el libro de Hebreos se presenta a Jesús como el sumo sacerdote en cada uno de los capítulos diferentes ángulos del sumo sacerdocio aquí lo ubica en el lugar santísimo. Porque lo terrenal es corruptible, imperfecto hecho de manos, lo celestial es incorruptible, perfecto y santo. El sumo sacerdote solo entraba al lugar santísimo una vez al año. Jesucristo se encuentra en el lugar santísimo para siempre, para que el creyente en cuanto pide perdón, sea limpio de toda maldad.
El libro de Levítico C 16 establece el estatuto sobre la expiación, toda la nación de Israel. Sin embargo, el autor de la epístola a los Hebreos va mucho mas allá, hasta el cielo con la pregunta ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
Así como Dios instituyó que una vaca alazana, perfecta, sin falta, sobre la cual no se haya puesto yugo, se sacara del campamento, se degollara, y se quemara totalmente, junto con su cuero y su estiércol. Con madera de cedro hisopo y escarlata. Para la purificación de los inmundos.
Al Señor Jesucristo también lo sacaron de Jerusalén (Hb 13:12) y lo crucificaron, las escrituras no dicen si la madera de la cruz era de cedro. El hisopo es una planta aromática que se menciona en la Biblia relacionada con la purificación (Ex 12:22, Lv 14:4,6, 49, 51, 52; Num 19:6; Sal 51:7; Jn 19:29; Hb 9:19). El evangelio de Juan menciona que una planta de estas se utilizó para darle vinagre en una esponja a Jesús en el madero. Unido va la lana escarlata. “La escarlata puede significar grandeza terrena y realeza israelita”1
Cuando iban a crucificar a Jesús le echaron un manto escarlata (Mt 27:28). En nuestro Salvador se cumplió todo el ritual de sacrificio de expiación de pecados. Se ofreció como sacrificio perfecto, para limpiar toda conciencia de maldad y pecado.
¿Qué mas necesitamos para servir al Dios vivo? Dios y su hijo todo lo han puesto en charola de plata para todo el ser humano que quiera, venir y pedir perdón.
De diferentes maneras trata el escritor de los Hebreos hacernos entender que la sangre preciosa de Cristo es lo máximo y lo único que puede perdonar pecados y transformar el alma triste poniendo paz en sus vida. Al meditar en cuanto més tanto como un cambio radical, una limpieza de mente, alma y espíritu en donde el odio es cambiado por amor, el resentimiento por paz y la tristeza cambiado por gozo. No hay comparación entre la sangre de los animales y la sangre de Cristo.
1 Ventura, S. V. (1985). En Nuevo diccionario biblico ilustrado (pp. 317–318). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.