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El Espíritu Santo redarguyó en los corazones de la iglesia en Jerusalén guiándolos a toda verdad y a toda justicia pues reconocieron la voluntad de Dios, dándole honra y gloria. Stanley M. Horton, el insigne teólogo de las Asambleas de Dios, comenta en su texto: “El Libro de los Hechos” pág.123 en relación al pueblo gentil: “Dios había aceptado su arrepentimiento y les había dado vida espiritual sin que estuvieran circuncidados; el bautismo en el Espíritu Santo daba testimonio de ello.” Estaba por venir la expansión del cristianismo “ hasta lo último de la tierra” (Hch 1:8).
No hay ningún pretexto o impedimento para no obedecer. El cristiano debe de ser responsable en cumplir con la gran comisión de predicar el evangelio que Jesucristo le dio a la iglesia (Mt 28:18-20; Mr 16:15-18). La cual no es una sugerencia, sino una orden. Es apremiante para Dios que las almas sean salvas (1 Ti 2:4, 2 P 3:9).