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Derbe, es la última ciudad del itinerario de esta primera etapa del viaje. Predican incansablemente hasta consolidar un nutrido número de discípulos lo cual debió llevarles algunas semanas de arduo trabajo. Los acontecimientos vividos con los adversarios del evangelio no habían sido menores y el ánimo contrario estaría todavía vigente en la mente de quienes los atacaron; sin embargo, los nuevos creyentes que habían quedado en las nacientes iglesias de cada ciudad, podrían sufrir también las represalias por su recién adquirida fe. Era no sólo cuestión de valor, sino de apoyo en todos los sentidos a las congregaciones de fieles que surgieron.
No había nada que pensar, al terminar su labor en Derbe notaron que haría falta fortalecer el ánimo de las iglesias surgidas, al igual que ayudarles a desarrollarse y seguir creciendo cuando ellos se alejaran de esa región. Es por eso, que pese a las posibles consecuencias, regresaron sobre sus pasos a Listra donde había sido apedreado Pablo, a Iconio, donde la corrupción del gobierno todavía podía alcanzarles y a Antioquía, de donde habían sido expulsados.
El regreso a Antioquía incluso después de haberse sacudido los pies en señal de libertad de conciencia por el rechazo del evangelio, tiene una poderosa enseñanza para los predicadores de todos los tiempos. Si una ciudad o persona nos rechaza, libera nuestro compromiso delante de ellos pues ahora saben que les ha sido anunciado el evangelio (podemos sacudir los pies, su culpa caerá sobre ellos), pero nunca libera del compromiso con Dios por regresar una y las veces que sea necesario, a traerles de nuevo el mensaje de salvación que han rechazado anteriormente. Decir que a una persona que ya ha rechazado el mensaje no se le debe hablar de nuevo, es ir contra la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres sean salvos (2 P 3:9).
Respecto a la iglesia, los apóstoles realizaron dos acciones de valor trascendental. Primero, los consolaron y animaron con el ejemplo. Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. las palabras hubieran sido nada viniendo de otros, pero en labios de hombres que habían sufrido expulsiones, amenazas y lapidaciones, cobra un poder superior. El ejemplo de estos siervos de Dios mostraba a los discípulos que era posible enfrentar y vencer las adversidades que vinieran sobre ellos.
La segunda acción que realizaron, fue de igual o mayor trascendencia. Las incipientes iglesias se quedarían sin la tutela de sus fundadores, por lo que era necesario organizar de la mejor manera cada congregación: Constituyeron ancianos. Pusieron personas al frente para cuidar de la iglesia. Habiendo orado con ayunos, buscaron la dirección y autoridad divina para escogerlos y prepararlos para la labor; y tanto a ellos como a la iglesia los encomendaron al Señor. Este desprendimiento de la autoridad revela el proceso que se debe seguir al consolidar la fundación de iglesias en todas las naciones, nombrar líderes autóctonos, guiarlos por el camino del ejemplo y de la búsqueda de la dirección del Espíritu Santo, y por último dejarles en total libertad para autogobernarse, confiando que el Dios que los salvó por medio de su predicación, también será capaz y todo poderoso para cuidarles, con o sin la intervención de sus fundadores humanos.
