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Pablo es apedreado en Listra, Hch 14:8-23

Hechos 14:8-13
“Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado.  Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo. Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros. Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios”.


Por la redacción se entiende que estuvieron un tiempo predicando en toda la zona de Licaonia, pues Lucas refiere: y ahí predicaban el evangelio (v 7). Pero fue en la ciudad de Listra donde ocurrió este evento específico que el autor narra.

Probablemente la predicación hasta ese momento no había incluido algún evento milagroso o señal prodigiosa, lo cierto es que el acto de sanidad del cojo provocó un revuelo en la ciudad al considerar que Bernabé y Pablo eran dioses del olimpo descendidos a la tierra.

Nota histórica

En la mitología greco/romana, Júpiter (Zeus) era el padre de todos los dioses y Mercurio era el dios del comercio. Esa mitología tenía dioses y diosas para todo.

No es por demás señalar que la tendencia a la mitología era muy fuerte como para desprenderse de ella completamente, y aunque la gente escuchaba el evangelio no fue posible para ellos evitar relacionar el poder sanador visto, con el de sus dioses.

Por otra parte, no se debe continuar el comentario únicamente en relación a la reacción del pueblo, olvidando al hombre sanado. Tres acciones pueden verse en aquel hombre que contribuyeron para su sanidad:

Primero, escuchaba el mensaje del evangelio. La expresión da a entender que prestaba atención a lo que escuchaba. Algo en su actitud al estar escuchando llamó el interés del apóstol Pablo que hizo que se acercara a donde estaba su lecho.

La segunda actitud del enfermo, se encuentra en el hecho de resistir con humildad el escrutinio de Pablo, quien lo miró fijamente. Cualquiera otro hubiera resistido tal actitud o se hubiese intimidado ante la intensa mirada del apóstol, pero él resiste con humildad y paciencia, sabe en su interior que lo que ha escuchado es verdad y acepta ser observado por aquel predicador que lo escudriña espiritualmente y sin queja abre su corazón para dejar que Pablo vea hasta el fondo de su alma.

La tercera actitud está ahí, pero ni siquiera es capaz de descubrirla, sin embargo, gracias a la fija observación del apóstol quien sin duda estaba siendo guiado por el Espíritu Santo, pudo salir a la luz. Eso que sentía en su interior al escuchar el mensaje le era desconocido, pero no al siervo de Dios. Era fe, y esa fe, supo Pablo, bastaba para obrar una sanidad.

Para meditar

¿Se pueden observar estos principios en la vida de cada persona enferma hoy en día? Escuchar la bendita Palabra de Dios es lo que produce fe en los corazones, no las ideas y buenas intenciones de los hombres, sino el poderoso mensaje del evangelio. Humildad para permitir a Dios escudriñar nuestros corazones y dejar que haga su perfecta voluntad en nuestras vidas. Lo que a su vez producirá fe para creer que el Dios de la Palabra es poderoso, y está ahora mismo dispuesto a obrar sanidad en la vida de sus hijos.

Júpiter y Mercurio descendieron del Olimpo. ¡La gente lo dijo!, El pueblo interpretó y afirmó; y fue cuestión de minutos para que semejante noticia corriera por toda la ciudad. ¡Júpiter y Mercurio estaban entre ellos! La ciudad tenía un templo dedicado a Júpiter, por lo que el pueblo creyó fácilmente que tal dios había descendido para visitarles y, debido a que el mensajero era Pablo, lo relacionaron con otro dios de su mitología, Mercurio. Dentro de su contexto, fue normal que intentaran ofrecerles sacrificios.

El hecho de que usaran su lengua nativa para trasmitir esta información impidió a Bernabé y Pablo detenerla a tiempo; y en lugar de preguntarles si eran o no los dioses en cuestión, corrieron la noticia como cierta hasta que llegó a oídos del sacerdote del templo a Júpiter que sin cuestionarla también la dio por verídica y corrió al encuentro de “su dios” para honrarlo.

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