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El evangelio se extendió con gran fuerza y poder en los primeros dos años del ministerio de Pablo en Éfeso y alrededores del Asia Menor. Como consecuencia generó una gran resistencia entre la comunidad de comerciantes paganos, específicamente los que lucraban con la venta de los templecillos de la diosa de Éfeso, que eran una réplica de plata en miniatura del templo de la diosa Diana en Éfeso y que contenía una imagen de la misma diosa. El disturbio se dio ya que las ventas de estos artífices fueron afectadas por el incremento de cristianos en la región.
A raíz de esto, se levantó un comerciante llamado Demetrio y alborotó a los otros artífices para ir en contra de Pablo y de los del Camino, es decir, a los discípulos de Cristo. Motivado por su avaricia y con acusaciones falsas logró convencer a los presentes que no sólo sus negocios estaban siendo desacreditados, sino que también el mismo templo de su diosa estaba en peligro. Esto provocó la ira de los comerciantes y artífices, y desde luego a defender su idolatría y negocios de tal forma que gritaron con gran fuerza y al unísono “¡Grande es Diana de los efesios!”.