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Así como Dios pone y quita gobernantes, Festo fue puesto con un propósito especial; no cabe duda que el Espíritu Santo estaba interviniendo, Dios le había prometido a Pablo que le cuidaría y le llevaría a Roma, así que Festo dio una respuesta muy acertada. Desconocía las leyes religiosas de los judíos, pero, no cayó en el sentimentalismo, ni en los enredos de los judíos. Sabiamente respondió: - No, Pablo está preso en Cesarea, y muy pronto estaré allá para juzgarlo. Los historiadores mencionan que aunque Ananías ya no estaba como sumo sacerdote, tenía mucha influencia en el concilio del sanedrín y que era uno de los que estaban entre los principales sacerdotes. Nuevamente revivían los momentos cuando echaron a Pablo fuera del templo, y que si no lo rescatan los soldados romanos y el tribuno Claudio Lisias, no viviría para contarlo.
Festo los invitó a ir con él a Cesarea; pues así lo marcaba la ley. Eran los demandantes, los que iban ante la corte, y no el juez y el preso, los que iban a los demandantes.
Llevaban una acusación en contra de Pablo, y el procurador/gobernador, con mucha solicitud los atendió, se sentó a escucharlos y envió a traer a Pablo para que hablara y argumentara en contra de las acusaciones que le hicieran.