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En esta parte del viaje rumbo a Roma, Lucas narra poco. El barco y sus tripulantes rodean la isla de Sicilia frente al sur de la península itálica dejándose ayudar por los vientos del sur para llegar al importante puerto de Regio, allí permanecieron un día, después navegaron por el Golfo de Nápoles rumbo a Puteoli, a centenares de kilómetros entre uno y otro. Al llegar ese momento empezó la trayectoria a pie por una de las carreteras más importantes del imperio romano, la Vía Apia, que conectaba el puerto de Puteoli con la ciudad de Roma. Es aquí que ocurrió un suceso inesperado para Pablo, Lucas y Aristarco: ¡Salieron a su encuentro una comitiva de la iglesia local! Recibieron al apóstol como si recibieran a un distinguido oficial imperial (oapantesein), expresando el respeto que se merecía tal siervo de Dios. Algunos de ellos viajaron desde 50 kilómetros hospedados en un lugar de nombre Tres tabernas y otros lo esperaron en el mercado de la ciudad llamado Foro de Apio a 70 kilómetros de Roma.
El encuentro fue muy emotivo. Es muy probable que fueran hombres agradecidos por la epístola que Pablo les había escrito, para confirmarlos como la iglesia que había sido constituida unos 12 años antes, efecto de la celebración de la fiesta del Pentecostés y la predicación de Pedro.
Después de los meses del accidentado viaje y con el anhelo de llegar a Roma y conocer a sus creyentes, el caluroso recibimiento para el Apóstol, debe haber sido como recibir un vaso con agua en medio del desierto. Pablo y los suyos se reconfortaron, dieron gracias a Dios por la petición contestada y siguieron adelante ahora acompañado de una caravana que le mostraba gran aprecio, en su objetivo de comparecer ante el Cesar.
La gracia del Señor se siguió mostrando, pues los custodios que los llevaban fueron complacientes, permitiéndoles estar 7 días con los hermanos en Puteoli y tomar descanso con los que les encontraron en el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Un buen indicador de que su reclusión en Roma iba a ser placentera. Así ocurre con quienes se mueven en la voluntad perfecta del Señor.