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El quinto punto: La salvación. Pedro fue directo con su respuesta, arrepiéntanse, cambien de actitud y de manera de pensar, vuelvan a creer en Dios, tenían que confiar en Dios.
En la mente de Pedro habían quedado bien grabadas las palabras del Señor Jesucristo: “el que creyere y fuere bautizado será salvo” (Mr 16:16). Un mandato dado por Jesús a todos sus discípulos, Mateo lo explica de diferente forma id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Mateo 28:19.
Tanto Mateo como Marcos y Lucas en el libro de los Hechos se están refiriendo al mismo bautismo en agua por inmersión, el que Jesús había dejado de ejemplo. Como se sabe, primero se cree y se acepta a Jesús en el corazón, ese es el arrepentimiento y después viene el testimonio público, o sea el bautismo en agua, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Pedro con la autoridad y llenura del Espíritu Santo, les precisa que esa promesa es para ellos, para sus hijos y todos los que Dios quiera salvar en el mundo entero, a partir de ese día y hasta que Jesús regrese por su iglesia.
El arrepentimiento para salvación es el cambio interior de mente, sentimientos y convicciones, es una entrega total a Dios, es reconocer que se ha pecado contra Dios y que solo la fe en Jesucristo trae esa transformación que se ve reflejada en el exterior a través del bautismo en agua y el servicio a Dios. El arrepentimiento trae perdón de pecados, todos quedan borrados, la barrera que separa al hombre de Dios es quitada, las consecuencias no se puede quitar, pero sí, el pecado es completamente limpiado. Las cosas viejas pasaron he aquí son hechas nuevas. Y con el perdón de pecados llega el Espíritu Santo al corazón del creyente.