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Al terminar la oración salieron del Templo. Este hombre que había sanado no soltaba a los apóstoles, sino que los llevaba sujetos a cada uno a uno. ¡como un niño feliz cuando sus padres le llevan al parque, no los suelta y va brincando! Así este hombre, no cabía de alegría y la gente asombrada necesitaba una respuesta, no iban a regresar a su casa con esa incertidumbre; así que el pueblo desconcertado no comprendiendo lo que había ocurrido y sin saber como reaccionar, se congregaron el pasillo del lado oriental con columnas, llamado el pórtico de Salomón; Jesús varias veces había enseñado aquí. Para este momento ya se había juntado mucha gente, todos corrían a ver que había sucedido, querían cerciorarse personalmente de que era verdad que este hombre podía caminar y saltar. Por la tarde acudían miles de personas a la oración.
Una gran oportunidad para los apóstoles. Pedro dirigiéndose a la multitud, les preguntó: ¿Por qué os maravilláis de esto? Una pregunta para atraer la atención de los varones israelitas e iniciar de esta forma su tercer elocuente mensaje junto a los narrados en Hechos1:15-22 y 2:14-36 y presentarles al que era el autor de los milagros y señales, en un kerigma de dos partes: los títulos mesiánicos y la fórmula indispensable: arrepentimiento genuino y fe en el Señor Jesucristo.
Los mensajes de los primeros predicadores eran cristocéntricos, como un ejemplo para todas las épocas; presentaban a Jesús como el Hijo de Dios, fundamentado en las declaraciones proféticas del Antiguo Testamento, hasta llegar a la crucifixión y resurrección, con la consiguiente aplicación de llevar al auditorio judío a un arrepentimiento y una aceptación personal del mesías salvador.