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Después del arresto, y acompañados de la familia en la fe, los discípulos celebraron la victoria con expresiones de alabanza y adoración; exaltaron al Señor en unidad y citaron el Salmo 2, versículos primero y segundo, que los judíos atribuían a David, pero por la ley de doble referencia, es una visión profética sobre Cristo. El escritor de este salmo observaba a los pueblos y las naciones unidas con el propósito de resistir al gobierno de Dios; reyes y gobernantes conducirán a sus vasallos en contra del ungido.
Parte de esta profecía tuvo su cumplimiento cuando Herodes, los gentiles y el pueblo judío se unieron para crucificar al Señor; Pedro vio en esta declaración del salmista que la voluntad de Dios siempre triunfa a pesar de la oposición. Y que nada hay fuera de su voluntad que no tenga su cumplimiento en esta tierra. Y por ello los apóstoles ahora se gozaban en la presencia de Dios, alabando y glorificando su nombre.
Aunque la sociedad contemporánea levanta hoy la bandera del humanismo, el testimonio apostólico de Pedro y Juan nos invita a permitir que el Espíritu Santo tome el control de nuestras vidas y nuestras emociones; también nos invita a mantener un espíritu templado y humilde ante la adversidad; y aunque la persecución a veces es inevitable, debemos saber que es Dios quien nos sostiene en su perfecta voluntad.
