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En el caso de Moisés, él pensaba que sus hermanos comprendían… una cosa son nuestros pensamientos, otra, los pensamientos de Dios, la historia narra la huida de Moisés y los 40 años que tuvo que soportar en el desierto, en una preparación ruda y cruel, al punto que cuando Dios decide llamarlo y confirmar ese liderazgo que tanto anheló, Moisés se resiste al considerarse incompetente y así lo declara delante de aquella zarza ardiente, sin embargo, como Dios le dijera a Ananías respecto al llamado de Pablo, “instrumento escogido me es éste…”. Por fin, con mucha experiencia, cargado de años, con una familia y con la práctica de haber pastoreado las ovejas prestadas de su suegro Jetro, Moisés acepta y se prepara para el viaje de regreso con los suyos.
En este pasaje se puede ver a un Moisés estupefacto al escuchar de labios del Todopoderoso la expresión: “Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos”. El tiempo pues, se había cumplido.
Hoy más que nunca se cumple la misma palabra delante de una iglesia posmoderna y cómoda: “Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto”. ¿Estará viendo Dios la aflicción de los pobres de la tierra en la actualidad? La iglesia y sus líderes, ¿estarán haciendo lo propio ante estos hechos?