Recompensas, Mt 10: 40-42 (Mr. 9.41)
Mateo 10:40-42 - “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”.

Esta es la conclusión que Jesucristo da a un capítulo intenso. Inicia con la selección de sus discípulos los cuales después fueron llamados apóstoles, enseguida les comunica la comisión y sus destinatarios. Luego les infunde seguridad en el servicio, para después enseñarles las prioridades en el ministerio y finalmente en este último apartado, compartirles sobre las recompensas por servir en el reino de Dios.

Para Meditar: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Es esta relación íntima entre Jesucristo y sus siervos lo que distingue a los obreros de Dios. No es una relación obrero-patronal, sino de amo-siervo. Pablo se identificaba como tal: “Pablo, siervo de Jesucristo,…” (Ro 1:1). Jesucristo fue enviado por el Padre, ahora él envía a sus discípulos: “Paz a vosotros, como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20:21). En esa relación íntima, hay un fruto de ese envío: si alguien recibe a un enviado de Jesucristo, es como si estuviera recibiendo a Jesús mismo y al Padre también.

El pensamiento de que en la obra de Dios no hay recompensas para las personas que sirven está lejos de la doctrina del sostenimiento que la biblia enseña desde el AT. Jehová les dijo a sus levitas que él era su heredad, que debían vivir de los diezmos y las ofrendas que el pueblo traía al tabernáculo de reunión. En este caso específico, “recibir” tenía que ver probablemente con hospedaje o sostén financiero.

Asimismo, la recompensa prometida en este último versículo no se refiere a la salvación personal, sino a un acto de empatía y solidaridad que se concede a una persona que sirve al Señor, al contrario, la persona que ya es salva recibirá con más libertad a uno de estos pequeñitos, quizá a un siervo no muy prominente.

Nota Sociológica: En algunas culturas, la figura del clérigo es reconocida y respetada. En el imaginario colectivo -dependiendo del país que se trate-, siempre está el párroco o pastor interviniendo en la vida comunal. En los últimos años, esta figura ha venido a menos por el cambio cultural que se ha venido dando en el mundo y la globalización de las conductas sociales. En esta etapa de la sociedad, el individuo es la máxima expresión de la humanidad por su anhelo a seguir sus inclinaciones y sus gustos.