Parábola de la semilla de mostaza
Mateo 13:31-32 - “Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”.

El crecimiento constante y sobrenatural del reino es descrito con una imagen portentosa, partiendo de los comienzos más pequeños –grano de mostaza- hasta la extensión final –bajo el resguardo de su sombra-. Una vez más, mirando hacia el futuro se describen los alcances del reino; su constante progreso, dinamismo y efectividad. Bastaron 12 discípulos, para que hoy después 21 siglos, su extensión abarque más del 31% de la población mundial.

La mostaza es la planta de la que se obtiene la especie del mismo nombre, el tamaño de la semilla es proverbial en contraste con el tamaño de la planta que alcanza hasta los 2 metros de altura. “Es, en verdad, el mismo grano de mostaza que, plantado en el huerto de la sepultura, se elevó como un árbol grande. Fue grano cuando murió; árbol cuando resucitó; grano por la humildad de la carne, árbol por el poder de la majestad”. (San Gregorio Magno, Moralia, 19,1).

Esta parábola centra la verdad espiritual de la grandeza destinada al reino, que en el primer momento muestra una apariencia insignificante pero luego revela una gloria postrera. Su referente en el Antiguo Testamento se encuentra en Daniel 4:11-12 “Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso, y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne”.

Para Meditar: El crecimiento del reino depende del Señor, sin intervención humana. Aunque se nos confiere el privilegio de participar, la expansión no está subordinada a nuestras motivaciones sino únicamente al propósito divino.