En este pasaje se destaca el milagro de provisión de Jesús alimentando a una gran multitud. Curiosamente es el único que se registra en los cuatro evangelios.
Uno de los valores de este pasaje es que nos permite ver a los discípulos en acción en medio de un problema serio, hay una gran multitud en el desierto y está hambrienta, lo que requiere de una atención inmediata. Es un problema real, ¿dónde conseguir tal cantidad de alimentos?, estaban en medio del desierto, sin ningún almacén de provisiones cerca y sin dinero para comprar tanto. Los discípulos pensaban, Jesús ya les compartió la Palabra de Dios, sanó a los que de ellos estaban enfermos, se había hecho tarde y ya era hora de dar por terminada esa agotadora jornada y que cada quien se fuera a su casa. Por lo que le dan instrucciones a Jesús para que los despida. Sin embargo, los planes de Jesús son otros. Movido por la compasión quiere que se les dé de comer, y toma la única comida disponible, cinco panes y dos peces, y la da a los discípulos para que ellos la faciliten a la multitud, la cual come hasta saciarse.
Muchas veces nosotros hacemos lo mismo. Le ordenamos a Dios lo que debe hacer, cómo y cuándo lo debe hacer. Entre los retos que tenemos delante, primero vemos los recursos con que contamos y decimos “No se puede hacer eso”, “nunca hemos hecho eso y menos de esa manera”, limitando así nuestro potencial e ignorando el de Dios. Esto no sólo se refiere a la comida, sino a todos nuestros ministerios, cuando nos esforzamos para hacer lo que pensamos sin considerar a Dios en nuestros planes, y obtenemos resultados que no impactan a nadie, y mucho menos trascienden la eternidad.