Para Meditar: Lo que Jesús mandó a los discípulos, lo manda también a la iglesia, nos ha encargado que nosotros llevemos su mensaje a los perdidos para que reciban el pan de vida. A veces somos negligentes y al igual que los discípulos, pensamos que las personas deben encargarse de su propia necesidad, que es su problema, porque la tarea nos parece abrumadora, y lo es, por la responsabilidad que implica y por los limitados recursos con que contamos. En nuestra desesperación o ignorancia también le queremos dar órdenes a Jesús. Sin embargo, Jesús insiste: “Denle ustedes de comer”, no otros, ustedes, y la verdad es que no hay nadie más que lo haga, Dios no tiene otro plan, ha escogido a la iglesia para llevar su Palabra hasta lo último de la tierra.
Por eso es nuestro privilegio colaborar con Dios para que sea hecha su voluntad en esta tierra. También ocurre que llega el momento en que estamos dispuestos a reconocer nuestra incapacidad, y entonces ponemos en manos de Dios lo que tenemos, cuanto poseemos lo traemos a él y él lo multiplica, porque es Jesús quien suple toda necesidad, no nosotros. Él es quien da semilla al que siembra, nosotros cultivamos y regamos, pero es Él quien da el crecimiento. Esto pone de relieve que, en el desarrollo del reino de Dios, él juega un papel y lo hace, y nosotros cumplimos otro. Y hasta que llegamos a decir como Pablo “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. (2 Co. 12.9-10), entonces estamos realmente listos para hacer la voluntad de aquel que nos llamó por su gracia.