Mateo 15:27-28 “Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.

El estado anímico de esta mujer reflejó el de un pecador. Reconoció a sí mismo la miseria de su situación y agradeció bajo estas circunstancias cualquier ayuda que pudiera recibir .

La expresión: “Perro”, era un término que adjudicaban los judíos a todo gentil por no recibir la bendición de Dios. La mujer no discutió, pues lo importante para ella solo era recibir la salud de su hija.

La respuesta de Jesús estuvo llena de emoción: “tu fe es grande en verdad”, (μεγάλη, megále en el griego, que significa: grande, sorprendente en dimensión, cantidad e intensidad) le presta sentimiento y énfasis a la apreciación que Él tuvo de la actitud de la mujer. Esto se destaca, además, por la presencia de la exclamación vocativa: ¡Oh mujer!

Son ensalzadas la fe, la humildad y la paciencia admirable de esta mujer. La fe, porque creía que el Señor podía curar a su hija. La paciencia, porque cuantas veces era despreciada, otras tantas perseveraba en su súplica. La humildad, porque no se compara ella sólo a los perros, sino a los cachorrillos.

Se encuentra en este relato otro caso de fe excepcional, y nuevamente de un gentil acompañado de perseverancia similar a la de Jacob. “No te dejaré si no me bendices (Gn 32:1-32).
La hija fue sanada desde aquella hora. Barclay dice que debemos fijarnos en cuatro cosas: 1) El amor de esta mujer hacia su hija; 2) Su fe; 3) Su perseverancia indómita y 4) El don de optimismo que tenía.