El evangelista Marcos narra la partida de Jesús de Galilea: “Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía” (Mc 10:1). Prácticamente el Señor Jesucristo se despide de esa región para encaminarse a su destino final en esta tierra, la ciudad de Jerusalén.
¿Qué de las multitudes? Con cuánta razón los religiosos exclamaban: “Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él” (Jn 12:19). No era extraño ver las multitudes cerca de Jesús y éste atendiéndolas. La sensibilidad que Cristo mostró, su amor y compasión por las personas en necesidad fueron su sello en el ministerio y es un ejemplo para nosotros.