La cuestión del tributo (Mt 22:15-22) (Mr 12:13-17; Lc 20:20-26)

Mateo 22:15-22 “Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron”.

Los poderosos habían resuelto acabar con Jesús, y para lograrlo cualquier medio era válido, por lo que consultan entre sí y deciden enviar a sus discípulos junto con los herodianos a fin de hacerle preguntas a Jesús y sorprenderlo en alguna que pudiera inculparlo. Deciden los enemigos entre sí, hacer frente común contra Jesús. Los fariseos, celosos de la tradición judía, no consideraban correcto estar sujetos a gobernantes paganos, sino que estos tendrían que ser descendientes de David, y los herodianos, eran colaboradores de Roma, porque consideraban que era preferible ser gobernados por los grandes de la tierra, ya que eso les garantizaba la prosperidad porque el poderío romano daba estabilidad a sus negocios, es decir, eran partidos contrarios, pero que, como “las zorras de Sansón, miraban a lugares opuestos pero estaban unidas por una tea entre sus colas” (Jue. 15:4). Su rechazo hacia Jesús los unió. Los discípulos de los fariseos se acercan con adulación y Jesús lo sabe, por eso les llama hipócritas.

Lo que afirman de Jesús es verdad: que enseña la verdad, que se atreve a decir lo que piensa y que no ve la apariencia de la gente. Con esto sientan las bases para que Jesús esté comprometido a responder claramente a lo que se le cuestione, el lazo estaba tendido.

Lanzan la pregunta ¿Es lícito dar tributo a Cesar? Al responder que sí, los fariseos lo acusarían de traidor a la nación por colaborar con los opresores, por tanto, no puede ser el Mesías. Al responder no, entonces los herodianos lo llevarían ante las autoridades romanas, es decir, cualquier respuesta significaría un mal para Jesús.

La pregunta no tenía que ver con las monedas, realmente le estaban preguntando si consideraba que Israel debería ser una nación que tratándose de los gobernantes, solo estaría sujeta a Dios, o bien, reconocer su esclavitud aceptando pagar el tributo, ya que se paga al que domina, al que se ha convertido en dueño y señor. Pagar tributo implicaba reconocer que el pueblo escogido de Dios, no tenía a Dios por Señor. No pagarlo implicaba un acto de rebeldía que la ley romana sancionaba. Al expresar su acuerdo con el pago del tributo rebelaría que no era el Mesías, pero su desacuerdo acarrearía la represión de Roma. Jesús entiende eso y le llama hipócritas, porque aparentan lo que no son.

Jesús le dice “Mostradme la moneda del tributo, y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César” Esa imagen daba garantía de la legalidad y el valor de la moneda. Con la inscripción de la moneda del tributo “TI CAESAR DIVI AVG F AVGVSTS” y al reverso “PONTIF MAXIM” es decir: “Tiberio Cesar Augusto, hijo del divino Augusto”, al reverso “Pontífice Máximo”, el emperador proclama su divinidad, y para los romanos su emperador era un dios que reclamaba para sí toda la gloria.

Ellos contestaron “De César”, el derecho de acuñar monedas era privilegio de los que detentaban el poder; los judíos aceptaban y usaban las monedas romanas, por tanto reconocían a él como su gobernante y ellos mismos como sus súbditos. Si la moneda era de César, él la podía reclamar porque era suya, no como tributo, sino como su propiedad. Con esto, los herodianos se quedaron sin argumento.

Nota de Carácter ético: Sin embargo, dar a César lo que le pertenecía, no implicaba dejar de dar a Dios lo que le correspondía, y no se trataba solo del impuesto para el templo, sino la obediencia a la Palabra de Dios en todo, con todas sus leyes y mandatos morales para ordenar la vida cotidiana. Con esto Jesús hace distinción entre Dios y el emperador, no le reconoce su carácter divino, ni siquiera el título de Pontífice Máximo. La respuesta de Jesús fue: respeten y obedezcan a César en todo aquello que no esté en confrontación con Dios. Al rey le podemos pagar tributo, pero nada más, la adoración, la alabanza, la gloria solo le pertenece a Dios. “Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Sal. 29:1-2). “Yo te he glorificado en la tierra” (Jn. 17:4-5). Con esto, los fariseos quedaron sin argumento.

Ninguno de los presentes esperaba semejante respuesta, Jesús probó que sus aduladores estaban en lo correcto sobre que es “amante de la verdad”, que “enseña con verdad el camino de Dios”, y que no “se cuida de nadie, porque no mira la apariencia de los hombres”, pero también probó la hipocresía de ellos. Es triste que los discípulos de los fariseos y los herodianos se maravillaron de esa respuesta, pero no se arrepintieron ni se volvieron a Dios, solo se fueron. Lo mismo ocurre con muchos que estudian la vida de Jesús, no les queda otra que maravillarse, pues su vida y su obra fue preciosa, no solo a los hombres sino a Dios. Se maravillan pero no le siguen. Se atribuye a Gandhi la frase “Jesús dio a la humanidad, en sus enseñanzas y en su vida, la gran meta hacia la cual aspirar“, y a Napoleón Bonaparte “Si alguna vez el Divino caminó sobre la tierra fue en la persona de Jesús”, hermosas frases, pero ni el pacifista ni el guerrero se convirtieron a Jesús.

Para Meditar: Sin embargo, dar a César lo que le pertenecía, no implicaba dejar de dar a Dios lo que le correspondía, y no se trataba solo del impuesto para el templo, sino la obediencia a la Palabra de Dios en todo, con todas sus leyes y mandatos morales para ordenar la vida cotidiana. Con esto Jesús hace distinción entre Dios y el emperador, no le reconoce su carácter divino, ni siquiera el título de Pontífice Máximo. La respuesta de Jesús fue: respeten y obedezcan a César en todo aquello que no esté en confrontación con Dios. Al rey le podemos pagar tributo, pero nada más, la adoración, la alabanza, la gloria solo le pertenece a Dios. “Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Sal. 29:1-2). “Yo te he glorificado en la tierra” (Jn. 17:4-5). Con esto, los fariseos quedaron sin argumento.