Ocho ayes contra los escribas y fariseos, Mt 23:13-36
Mateo 23:16-22  “¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.  ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.”

Ciertamente, los escribas y fariseos fueron considerados guías de ciegos, Pablo decía de ellos “y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,  instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la Ley la forma de la ciencia y de la verdad.” (Ro. 2:19-20). Todos estos títulos eran honrosos, y a eso habían sido llamados. Ellos conocían la Ley en teoría, pero no la practicaban. Su conocimiento de la Ley les permitió el acceso a la verdad divina, pero la pervirtieron.

Para Meditar: Estas arengas contra los fariseos estaban reglamentadas en el Sermón del Monte, especialmente lo relacionado con los juramentos. Jesús advirtió en Mateo 5:33-37 de “no jurar en ninguna manera”, sino que “sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.

Jesús les llama insensatos y ciegos, por quebrantar la voluntad de Dios, convirtiéndose en ciegos guías de ciegos al enseñar su propia verdad como si viniera de Dios. En este caso su ceguera no era como la de los gentiles, a quienes la luz de Dios no les había alumbrado, era una ceguera voluntaria, porque a propósito cerraban los ojos para no ver lo evidente, apartándose así de la voluntad de Dios.

Los judíos amaban el Templo, no por ser un templo, sino porque era la morada de la gloria de Dios. (Sal. 26:8). De manera que jurar, aún por cualquiera de los elementos del templo los convertía en deudores, y por tanto, en obligados a cumplir. Su ingenio se muestra al alegar la literalidad del texto para fundar su enseñanza: “Y no juraréis falsamente por mi Nombre” (Lv. 19:12), es decir, si no mencionaban el Nombre de Dios al jurar no había ningún problema. De manera que jurar por el oro y por la ofrenda, sin mencionar a Dios, era una forma de prometer pensando no cumplir.

Por lo mismo, Jesús va más allá y dice No jurarás, sino que cuando digamos SÍ, será SÍ, y cuando digamos NO será NO. Es decir, nuestro dicho será fiel reflejo de nuestra integridad. Que no seamos encontrados mentirosos, que sostengamos nuestra palabra aún en perjuicio propio. Nada daña más el testimonio de la iglesia, que no cumplir la palabra empeñada.