Jesús acusa a escribas y fariseos, Mt 23:1-12
(Mt 11:38-40; Lc 11:37-54; 20:45-47)

Mateo 23:4-12 “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Así como Jesús les reconoció su celo por la Ley, también puso en evidencia su errónea interpretación, su forma tan externa de verla, por eso les dijo “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mr 7:6-7), porque le habían agregado a la Ley toda una serie de mandatos de los que nunca se habló, basados solo en sus tradiciones, en que así lo habían hecho siempre “aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen... Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.” (Mr 7:3-4) Tantas prescripciones imponían que ni aún ellos la cumplían. Con esto hacían que la Ley resultara odiosa por tantos mandatos que había que cumplir y que cuidar, cuando en realidad era tan sencillo: Amar a Dios con todo nuestro ser, y a los demás como a nosotros mismos. Esto es sencillo, corto y práctico, fácil de aprender y hacer.

Para Meditar: No significa que todas las tradiciones sean malas, el problema es cuando estas sustituyen nuestra fe, y pretendemos que su expresión externa es lo esencial para nuestra relación con Dios. El pueblo de Dios no está exento de estas prácticas. Las diversas denominaciones cristianas no tienen ningún problema en aceptar la doctrina fundamental, pero si en detalles sobre cómo vestirse, cual traducción bíblica es la correcta, los liderazgos femeninos, danzar o no, alabar bulliciosa o calladamente, y tantas cosas más que hacemos porque así se ha hecho siempre.

Los fariseos daban gran valor a lo externo. Las filacterias eran pequeñas cajas de cuero que contenían texto de la Ley. Fundaban su uso en Éxodo 13:9, 16, y a Deuteronomio 6:8, 11:18. Los flecos eran cordones o borlas colgados en los bordes de su vestidura, que de acuerdo con la Ley (Nm. 15:38, 39; Dt. 22:12), los usarían para no olvidar lo que Dios les mandó, así como recordarles la necesidad de obedecerlos. A fin de presumir mayor espiritualidad, y hacer ostentación del gran celo que tenían para honrar la Ley, los fariseos ensanchaban las filacterias y alargaban los flecos.

Su deseo de figurar los llevó a esos extremos, además de buscar los primeros lugares en los banquetes y en las sinagogas, les agradaban los paseos por las plazas para que los vieran y que al saludarlos le dijeran “Rabí”, es decir “maestro mío”, gustaban de la adulación mutua “recibís gloria los unos de los otros” (Jn. 5:44). Estaban llenos de vanidad y de soberbia. Todo lo que hacían era con el propósito de ser vistos de todos.

Para Meditar: Jesús nos dice que no busquemos ser llamados maestros ni padres, porque nadie sino Dios, es dueño de la doctrina que trasmitimos. No nos pertenece ni somos sus autores, Dios quiere que seamos “servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios”. (1 Co. 4:1). Cuando se refiere a los padres no se está hablando de los terrenales, en Israel se consideraba padres a los patriarcas, y después a algunos rabís muy distinguidos. Los padres tenían mucha autoridad en la vida religiosa de Israel porque ellos interpretaban la Palabra y la enseñaban a los demás, su punto de vista no era objetado, por eso eran guiadores morales y espirituales.

Las afirmaciones de Jesús van contra toda idea farisaica. Él dice “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt. 23:11) Aquí expresa de una manera muy resumida cual ha de ser la actitud de todos los que servimos. No se niega la Jerarquía “el que es mayor”, se le reconoce que es mayor, pero este mayor ha de conducirse “como el que sirve”, de manera que todo aquel que tiene un liderazgo en la iglesia sepa que lo tiene para servicio de los demás, no para enseñorearse, no para su vanagloria. La advertencia es clara y es para nosotros, si nos exaltamos nosotros mismos Dios nos humillará, y si servimos, entonces nos exaltará.