Institución de la Cena del Señor, Mt 26:17-29
(Mr 14:12-25; Lc 22:7-23; Jn 13:21-30; 1 Co 11:23-26)
Mateo 26:17-20 "El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce… 26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre."

Judas se distinguió no solo por ser ladrón sino también por la frialdad con la que negoció la captura de Jesús. De forma llana y hasta cínica hace la pregunta que resuena a través de los siglos: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?

Nota doctrinal sobre la Santa Cena: La cena del Señor es uno de los sacramentos u ordenanzas ejercidas como tales por la iglesia cristiana en el mundo. El otro sacramento es el bautismo en agua, tales ordenanzas se toman como ejemplo del maestro ya que él mismo las practicó.

En este sacramento se utilizan como elementos el pan sin levadura y el jugo de la vid, estos son símbolos que manifiestan nuestra participación de la naturaleza divina de nuestro Señor Jesucristo de acuerdo con lo que dice Juan 6:53-56 “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”.

Asimismo, es un recordatorio del sufrimiento y la muerte de Jesucristo según lo describe Lucas 22:19-20: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”.

Finalmente en este apartado, esta ordenanza de Jesús constituye también una profecía de su segunda venida, por lo cual es un manera de tener comunión los creyentes hasta que él venga: Pablo registra para la posteridad el evento en 1ª Corintios 23-26: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.

Al menos dos veces Jesús se invitó para estar en la casa de alguno, la primera vez fue con el jefe de los publicanos Zaqueo y con este dueño anónimo del aposento donde el Señor Jesús dio instrucciones: “en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos”. ¡Qué privilegio contar con la presencia de este huésped tan distinguido! Aunque se puede pensar que a estas alturas casi era un proscrito de la ley, la orden de su arresto ya había sido dada, aun así, Jesús no permite que el ambiente cargado de persecución y de sufrimiento lo distraiga, tenía que cumplir hasta el último proceso de enseñanza para sus discípulos y éste, era un momento crucial.

El tiempo espiritual de Jesús se había cumplido, el cordero había sido llevado al templo para su sacrificio, la sangre había sido derramada y la carne estaba lista para prepararse y comerla con hierbas amargas, se habían cantado los salmos dedicados para tal acto, la hora había llegado para que aquel ritual que por siglos el pueblo judío había practicado, por fin se convirtiera en una realidad monumental, la historia del cosmos y de la raza humana estaba a unas horas de ser conmovida y cambiada, la palabra profética de Juan el Bautista estaba cumpliéndose ante los ojos de la incipiente congregación de Jesús: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). El tipo y el antitipo estaban frente a frente.

Esta es la realidad espiritual que ha movido a la cristiandad de todos los tiempos, el cuerpo de Jesucristo fue partido y su sangre fue derramada para perdón de todos los pecados de la raza humana. El evangelio es sencillo pero también es poderoso para cambiar vidas: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:9-10)

En esta celebración de la pascua hay un ambiente cargado de espiritualidad y de simbolismo, Jesús parte el pan, toma la copa y comparte con todos sus discípulos estos elementos que simbolizan su sacrificio expiatorio, así lo explica y lo aplica: “…Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. La salvación es para todo el mundo, porque de tal manera amó Dios al mundo.