Pedro niega a Jesús , Mt 26:69-75
(Mr 14:66-72; Lc 22:55-62; Jn 18:15-18, 25-27)
Mateo 26:69-75 "Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. 70 Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. 71 Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. 72 Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. 73 Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. 74 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente”.

Para Meditar: Las palabras dichas por Pedro son evidencia de que no basta con los buenos deseos para estar firmes delante de Dios y del cuidado que debemos tener al hablar o hacer promesas: Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices… Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre… Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre.

La declaración de Pedro, “no conozco al hombre,” es una afirmación grosera y de menosprecio hacia Jesús, muy lejos de su declaración “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”, a la distancia es muy fácil acusar a Pedro de hombre débil en su fe, falto de memoria y de firmeza de carácter, pero la realidad de los cristianos modernos es que en muchas ocasiones y de varias maneras podemos negar a Jesús con palabras, actitudes y hechos.

Para Meditar: Así como Pedro fue identificado por su modo de hablar, ya que los galileos tenían un modo singular de conversar, así los cristianos debemos ser identificados no solo por nuestras palabras limpias y respetuosas, sino también por nuestro testimonio. Tarea nada fácil, pero tampoco imposible. En las iglesias locales nos congregamos personas perdonadas, no perfectas; en un proceso permanente de perfeccionamiento.