Muerte de Judas, Mt. 27:3-10
Mateo 27:3-10 “Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, 4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! 5 Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. 6 Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. 7 Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. 8 Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre. 9 Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor”.

Este es el fin del traidor, Judas fue testigo presencial de la resolución del juicio de Jesús, “viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos”, curiosamente, no existen otras crónicas de los demás evangelistas del suicidio de Judas, solo Mateo lo narra y en Hechos 1:18-19 Lucas lo describe de forma dramática: “Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre”.

Ésta es la historia de un hombre en el cual se cumplió la profecía, “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar” (Sal. 41:9). Es un misterio como le “tocó” a Judas ser el elegido para tal encomienda. ¿Pudo Judas haber evitado ser el traidor? Sin duda que sí, pues como todas las personas del mundo, él tenía su libre voluntad, así también, como dice Santiago 14-15: “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Hubo pues, un proceso espiritual en la vida de Judas el cual le permitió llegar a este triste final, su propia naturaleza llena de avaricia y su hábito de robar lo fueron degradando hasta el punto de hacerlo descender a lo más bajo en su espiritualidad.

Cuando el diablo logra su propósito en una persona y la hace pecar, el resultado es la deshonra y la exhibición, Judas al reconocer que había hecho maldad, la respuesta de los ejecutores del juicio de Jesús, exclamaron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!

Para Meditar: ¿Hasta qué punto puede un ser humano ser instrumento del diablo? Para las personas que no conocen la palabra de Dios ni han aceptado a Jesucristo como su salvador personal y el señor de sus vidas no hay límites, aunque puede ayudarles la conciencia puesta por Dios en sus vidas: “…mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Ro. 2:15) Pero las que ya han hecho esta decisión, de rendir sus vida a Dios, existen en la sagrada escritura innumerables advertencias y medidas de prevención para no dejar que seamos usados por el enemigo espiritual de nuestras almas, “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).