La resurrección, Mt 28:1-10 (Mr 16:1-8; Lc 24:1-12; Jn 20:1-10)
Mateo 28:8-9 “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.

El término “adoraron” significa “postrarse ante”, si se une esto con abrazar los pies, se está indicando que se reconoce a Jesús como hijo de Dios, a quien hay que rendir adoración.

Las mujeres por las palabras del ángel cambian su tristeza en gozo, e intentan empezar a obedecer el mensaje que se les fue dado “E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos,” obedientes, salen presurosas pero les estaba reservado algo más contundente… Jesús les salió al encuentro. Son testigas directas de la resurrección de Cristo y al verle, lo único que pueden hacer es caer a sus pies y adorarlo. El acto de abrazar los pies era una costumbre oriental que llevaba a cabo un súbdito ante su soberano.