Mateo 3:11-12 "El fruto del Espíritu es una de las doctrinas pentecostales fundamentales y Juan el Bautista pone su característico acento persuasivo, “¡cuidado, el hacha está lista!” Jesucristo profundiza esta enseñanza al decir que el árbol es conocido por sus frutos y que ningún árbol bueno produce frutos malos y viceversa, porque cada árbol es conocido por los frutos que da. El fruto del Espíritu es el justo equilibrio entre la llenura del Espíritu Santo y el testimonio de una vida cambiada, el apóstol Pablo complementa magistralmente esta enseñanza con el famoso pasaje de las obras de la carne y el fruto del Espíritu (Ga 5.16-25) la llenura del Espíritu Santo debe ser respaldada por el fruto del Espíritu, porque por sus frutos serán conocidos."

Juan el Bautista no solo es el Elías que había de venir, ni es solo el precursor de la doctrina del arrepentimiento, sino el proclamador por excelencia de la más grande experiencia que un ser humano pueda gozar, después de la salvación, y es el Bautismo en el Espíritu Santo. Con un corazón noble y humilde define bien su ministerio, primero nos dice que él es solo una voz, - no miren mi apariencia, solo escuchen mi mensaje- enseguida muestra la actitud de un siervo, un esclavo que reconoce su condición de portador de un mensaje, nada más y nada menos.

Una vez más, Juan el Bautista cumple a cabalidad su ministerio precursor para el salvador del mundo: Jesucristo. Con una representación social diferente a la de los altos clérigos de Jerusalén, con un ambiente opuesto a la fastuosidad del templo construido por Herodes, con un mensaje lleno de autoridad -como un hombre enviado de Dios- honesto, claro, sin ambages, comparte la palabra de arrepentimiento, y con esto enseña un solo camino para acercarse a Dios y ser reconocidos como sus hijos. Ni una sola palabra del mensaje de Juan el Bautista cayó a tierra, cada una de ellas, Jesucristo el rey de reyes se encargó de cumplirlas.

Nota Doctrinal: El Bautismo en el Espíritu Santo es una de las promesas concedidas desde el Antiguo Testamento (Jl. 2.28), previstas por Juan el Bautista, confirmadas por el Señor Jesucristo (Lc 24.49, Hch 1.4-5) y accionadas por el mismo Espíritu Santo (Hch 2.1-4; 4.31; 8.15;9.17;10.44-48;11.15;13.52;19.2-6).

Por supuesto que existe la controversia cesacionista, como su nombre lo indica, es una corriente que interpreta que los Dones del Espíritu Santo en sus vertientes del Bautismo en el Espíritu Santo, sanidades, profecías, etc. fueron cesados después del primer siglo y con la conclusión de la era apostólica y del Nuevo Testamento. El principal soporte de los cesacionistas para afirmar su postura son los comentarios de algunos padres de la iglesia y teólogos reconocidos colocando su versión por encima de las sagradas escrituras. Sin embargo, habría que añadir que la Teología Reformada es la que más énfasis ha puesto en esta postura, la cual es fácilmente desarticulada con una correcta hermenéutica y exégesis no solo de los textos alusivos al tema sino de toda la biblia, aunado a la evidencia empírica de millones de experiencias que los creyentes de todos los siglos han tenido con Dios Espíritu Santo.