Mateo 4:3-4 “Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.  El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ”

Para Meditar: El tentador es real, no imaginario, no es un personaje inventado para asustarnos. Este viene a Jesús en el momento de su mayor debilidad física; recordemos que Adán también fue tentado, aunque en circunstancias más favorables, él no tenía hambre, no había ayunado, estaba satisfecho en todo, tenía paz, compañía y alimento a su disposición, así como la continua presencia de Dios, y aun así desobedeció la divina ordenanza, la única prohibición que tenía: no comer del fruto de árbol del bien y del mal.

Luego de cuarenta días de ayuno, es normal tener hambre, y también es legítimo querer satisfacerla y buscar los medios necesarios para tal fin. Aquí aprovecha el tentador para hacer una propuesta a Jesús a fin de que mitigue su hambre. Jesús sí podía convertir en pan las piedras, sin embargo, era una propuesta envenenada. A Adán le dice, anda, come de ese fruto, y entonces serás como Dios. A Jesús le dice, como tú eres el Hijo del Altísimo, tu puedes hacer lo que quieras, no necesitas sufrir nada, ni siquiera hambre. Después le dirá por medio de Pedro, que no permita ser crucificado, que, si lo desea, puede omitir ese sacrificio. En esencia le dice, puedes obtener cosas sin necesidad de hacer la voluntad de Dios pues eso implica sufrimiento.

Le dice “Si eres Hijo de Dios…”, reconociendo así la deidad de Jesús, mismo que se confirmará una y otra vez. Cuando trató con demonios, estos sabían quién era Jesús y no podían resistir a su poder, y desde luego su deidad se reveló en la magna realización de milagros que los evangelios registran.

Para Meditar: En repuesta, Jesús hace uso de la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, y contesta “Escrito esta…” “… y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.” (Dt. 8:3). Esta misma palabra les recuerda que durante la peregrinación de Israel en el desierto, ni siquiera se le gastaron sus ropas ni sus calzados y les llevó a donde hay abundancia de todo. Esa fue la promesa de Dios, pero a cambio, debían comprender que el Señor los estaba probando para ver si guardarían sus mandamientos, y andarían en sus caminos. (Dt. 8:5-10). La misma opción tuvo Jesús, pudo usar medios que significaran desobedecer a Dios para quitar su hambre. Pero no lo hizo, prefirió confiar.

Tenemos necesidades básicas, es decir, las que son mínimas para sobrevivir. Tales son el alimento, el vestido y la habitación. Y son necesarias no solo para vivir, sino para motivarnos a vivir. Solo basta con imaginar ¿Cómo sería nuestra existencia si no tuviéramos necesidades básicas, que nos movería a ser y buscar lo mejor, que nos motivaría a levantarnos cada mañana? Mucho de lo que hacemos tiene como propósito atender esas necesidades, de hecho, gran parte de nuestra vida laboral tiene esta finalidad. Unos lo hacen de una manera honesta y otros no.

El diablo dice de nosotros “… toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.” (Job 1:11), es decir, el enemigo piensa que haremos lo que sea para suplir lo que necesitamos, aun desobedecer a Dios y blasfemar su Nombre. El piensa de nosotros “… Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.” (Job 2:4). Pero no es así, desde el principio el Señor nos dijo que podíamos enseñorearnos sobre el pecado, aunque siempre esté a la puerta, acechándonos (Gn. 4:7). Es decir, siempre podemos dominar al pecado, si estamos a la sombra de Dios.