Nunca os conocí, Mt 7:21-23 (Lc. 13:25-27)
Mateo 7:21-23 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Siguiendo la línea del pensamiento anterior, el Señor Jesucristo profundiza en la evidencia de un ministerio que tiene el fruto del Espíritu y que es aprobado por Dios. Años después el apóstol Pablo le recomendaría a su equipero en el ministerio llamado Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti 2:15).

Para Meditar: Sin duda que para el ejercicio de un ministerio exitoso se necesita más que un asesor de imagen, marketing y todo un equipo administrativo. Que terrible advertencia para los ministros de todos los tiempos. Se puede ejercer un ministerio y no ser del agrado de Dios, muchos menos que este garantice la entrada al cielo. Es posible usar el nombre de Jesucristo para ejercer el trabajo en su iglesia y que Dios mismo respalde ese ministerio en el ejercicio terrenal, pero a la postre ser eliminados del libro de la vida, la expresión, “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” es contundente.

Nota de carácter Etico: ¿Cómo debería ser el ejercicio de un ministerio que garantice la presencia de Dios pero que su vez dé testimonio ético ante una sociedad que demanda líderes íntegros? La respuesta la encontramos en el manual por excelencia llamada “Palabra de Dios”. En primer lugar, tenemos la advertencia directa de Cristo, dando por hecho que existen esta especie de ministros y que es una responsabilidad de cada creyente estar alerta contra cualquier presencia de este tipo de ministerios. Enseguida tenemos el perfil de un ministro genuinamente llamado y respaldado por Dios, el apóstol Pablo se encargó de dejarnos una serie de requisitos para tal encomienda: “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti 3:7). En ocasiones se busca tener la aprobación solamente de la iglesia, pero es importante también contar con el beneplácito de la comunidad donde se ejerce el ministerio.