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Los judíos rechazan a Jesús, Jn 10:22-42  

Jn 10:37-39 “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.”

No son los defectos de Jesús, sino sus virtudes por las cuales los judíos trataban de matarle, les redargüía el pecado en su corazón de mármol, su anhelo era callar al único ser sin pecado, al único hombre que pudo hacer tantas obras, tantas enseñanzas de ética y para la convivencia humana, pero sobre todo de amor infinito por la humanidad hasta poner su vida, para salvarlo. Su principal interés era que todos conocieran que él era el Hijo de Dios, y lo que hacía era el mandato de su Padre, porque su padre estaba en él. Situación que los judíos lejos de aceptarla la tomaron como una blasfemia, y aunque estaban viendo las obras y nadie podía negarlas, pues los que habían recibido los milagros, eran personas de su misma familia y pueblo. No quisieron reconocer que él era el Mesías.

Procuraron otra vez prenderle. Ya en una ocasión anterior (Jn 7:30) habían procurado arrestarlo, pero aún no era el momento de acuerdo con el plan de Dios. A diferencia de la versión RV60, la RVA dice que “Procuraban otra vez tomarle preso, pero él se salió de las manos de ellos”. La mayor diferencia en el lenguaje la encontramos en la frase prenderle, por tomarle preso, las cuales tienen similitud pues su meta era callarlo, arrestarlo para que ya no anduviera por las regiones predicando que el reino de los cielos se ha acercado. Cuán asombroso es el poder de Dios, que le libró de las manos de ellos. De la misma manera Dios guarda y ayuda a todo creyente que predica su palabra, (Sal 121:5)