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Jesús anuncia la traición de Judas, Jn 13:21-30  

Jn 13:21-27 "Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quien hablaba. Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquel es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Isacriote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.”

Conmovió. Griego: tarasso, que significa agitación, perturbación, alboroto, conmover, empleado en sentido metafórico.

El Señor Jesús fue conmovido al pensar en la dimensión del pecado de traición, aquí se ve la humanidad plena en el Hijo del Hombre, en estas referencias se cita el mismo verbo “tarasso”, (Jn 13:21; 12:27; 11:33).

Se miraban unos a otros, Sus discípulos no entienden lo que está pasando. No se podían imaginar que alguno de los doce fuera capaz de tal traición, que tenìa parte en el ministerio, que se sentaba junto a Jesús. En el triste caso de Judas, tuvieron aun la confianza de que guardara los dineros y era tratado con amor, igual que todos. No se podían imaginar quien era. En Marcos 26:22 se narra como la reacciòn de los discipulos fue de entristecimiento, llegando a dudar de ellos mismos, aun preguntando ¿Soy yo, Señor?. Lucas por su parte en 22:23 describe como los discípulos empezaron a discutir sobre quien iba a hacer esto. Llegó el momento que Pedro le hace señas al discípulo que estaba junto al maestro para que éste le preguntara sobre quien estaba hablando.

Al cual amaba Jesús. Sin duda alguna se refiere al discípulo que es el autor de este evangelio y quien estaba muy cerca de Jesús.

William Barclay, el famoso comentarista, proporciona una información muy importante que ayuda a entender esos trascendentales momentos: “Los judíos no se sentaban a la mesa, se reclinaban en ella. La mesa era un bloque sólido y bajo, con sillones alrededor. Tenía forma de U y el lugar de honor, el sitio del anfitrión estaba en el medio. Los comensales se reclinaban del lado izquierdo sobre el codo y así tenían la mano derecha libre para tomar la comida. Al sentarse así la cabeza de cada uno estaba, literalmente, apoyada sobre el hombro de la persona reclinada a su izquierda. Jesús estaría sentado en el lugar del anfitrión, en el centro del único lado de la mesa. El discípulo a quien Jesús amaba debe haber estado sentado a su derecha porque al apoyarse sobre el codo en la mesa tenía la cabeza sobre el pecho de Jesús.2

Sin ningún titubeo el Señor descubre al que lo va a entregar. La persona que compartía el pan de esta manera como lo hizo Jesús con Judas, significaba que había una amistad muy estrecha entre ellos, que eran amigos muy unidos y que no habría traiciones entre ellos. Judas, aun sabiendo todo lo que estaba haciendo para traicionar a su maestro, se atreve a comer ese bocado de la forma que se acostumbraba entre amigos íntimos.

No obstante, lo que reviste un interés particular es el lugar de Judas. Es evidente que Judas estaba en una posición que permitía que Jesús le hablara en privado sin ser escuchado por los otros. Aquí vemos el desarrollo de una especie de conversación privada entre Jesús y Judas. Ahora bien, si esto es así, Judas solo podía estar sentado en un lugar. Debe haber estado a la izquierda de Jesús de manera que, así como la cabeza de Juan estaba reclinada sobre el pecho de Jesús, la cabeza de Jesús se reclinaba sobre el pecho de Judas. Y lo que resulta esclarecedor es que el lugar a la izquierda del anfitrión era el lugar de mayor honor, reservado para el amigo más íntimo. Cuando comenzó la comida, Jesús debe haber dicho a Judas: “Judas, ven siéntate a mi lado esta noche, quiero hablar contigo de manera especial”. El mismo hecho de invitar a Judas a ocupar ese lugar era un llamado. Pero hay algo más. Si el anfitrión ofrecía al invitado un bocado selecto , un trozo de comida de la fuente, le demostraba una amistad especial.3

Para meditar: Trae bendición recibir a un enviado del Señor, porque será como recibirlo a él. El creyente debe regocijarse en abrir sus puertas, con sabiduría, consultando a su pastor para estar seguro de que todo está bien. Siempre será un privilegio hospedar, dar de comer, apreciar una vista. “Todo decentemente y con orden”

2BARCLAY, W., 2006, Comentario al Nuevo Testamento, Tomo 6, Evangelio según San Juan II (p162)

3Ibìd., p. 162