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Jesús lava los pies de sus discípulos, Jn 13:1-20  

Jn 13:6-11 "Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tu no lo comprendes ahora; más lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos”

Esta es quizá la lección objetiva que más impacto hizo en los discípulos después de la muerte y resurrección. Le tocó el turno a Pedro de que el Señor le lavara los pies. Lo sorpresivo y sorprendente de la acción de Jesús hizo mella en los discípulos, siendo Pedro, como siempre, quien de manera irreflexiva expresara tajante, - ¡jamás!, de manera inmediata se rehusó pues no podía permitir que el Señor le lavase los pies. El Señor le respondió “Esto no lo puedes entender, pero un día lo vas a entender”, con el agregado de que si no se dejaba lavar los pies, entonces no tendría parte con él.

Las respuestas de Jesús hicieron que el corazón voluble de Pedro, movido por sus sentimientos, fuera de un extremo al otro. Esto enseña también que el Señor respeta la decisión de las personas que se resisten a su voluntad.

En el Tabernáculo, por orden divina se hizo provisión de una fuente o depósito de agua, en donde los sacerdotes se pudieran lavar las manos y los pies antes de ministrar, (Ex 30:17-21). Esto es un tipo de lo que el Señor hace en sus hijos. Cuando Pablo habla del lavamiento del agua por la palabra de (Ef 5:26) se refiere al efecto santificador que tiene en el creyente la Palabra de Dios. (vv. 9, 10). Jesús lo había anunciado, en Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” .Esa verdad y esa Palabra limpian todo el ser.

Al decir Jesús “No estáis limpios todos.”, se refería a Judas Iscariote, el discípulo que había dado lugar en su corazón al diablo para traicionarlo, que evidentemente “no estaba limpio”.