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Yo he vencido al mundo, Jn 16:25-33.

Jn 16:31-33 “Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo".

La fe de los discípulos era sincera, pero estaba a punto de ser probada. En estos momentos ellos estaban convencidos que Jesucristo era el Mesías enviado de Dios. ¿Pasarían la prueba de fe?

¿Qué pasó con la fe de los discípulos cuando vieron a su Maestro apresado, azotado, condenado y crucificado como malhechor? Su fe fue sacudida a tal grado que dejaron solo a su Maestro y Pedro le negó. Cada cual corrió para salvar su vida.

A pesar de la fe vacilante de sus discípulos y del sentimiento de ser abandonado por ellos, Jesús afirma la inmutabilidad de su Padre: “mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Esa soledad “aparente” iba a ser llena de la compañía y amor de su Padre (Jn 8:29). Estas palabras no contradicen el sentimiento momentáneo que Jesús experimentó en la cruz (Mt 27:46). El cristiano será feliz si en los momentos de prueba puede decir con Jesús: ¡No estoy solo, porque el Padre está conmigo!

Todo lo dicho en este discurso tiene como finalidad: “que en mí tengáis paz”. La promesa es paz en medio de la aflicción. Por ser cristianos no hay excepción para sufrir las “aflicciones normales del mundo”. Hay angustias que ocurren por consecuencias de errores propios, pero hay otras que son inevitables pues “éstos están en el mundo” (Jn 17:11).

La paz que se tiene en medio de la tribulación la experimentó el salmista (119:50) como el apóstol Pablo (Fil 4:7). Esta paz solo se obtiene “en Cristo” pues Él ya ha vencido al mundo.

“Les digo estas cosas para que estén unidos a mí y así sean felices de verdad. Pero tengan valor: yo he vencido a los poderes que gobiernan este mundo” (TLA).