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Crucifixión y muerte de Jesús, Jn 19:17-30.

Jn 19:25-27 “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa".

Pocos dolores se comparan a ver a un hijo morir frente a nuestros ojos. Y, aunque a María le había sido profetizada una espada (Lc 2:35), nunca imaginó en ese momento lo que significaría. Pero ahí estaba María, estoica ante el momento más difícil de su vida. Junto a ella, su hermana, su sobrino y unas amigas. Qué importante es que la familia y los amigos acompañen en los días grises que se experimentan.

Sin embargo, aun cuando ellos no estuvieran, Jesús siempre está presente en nuestras adversidades. La forma en que el maestro atiende a su madre, incluso desde la cruz, tiene enseñanzas de trascendencia para todos sus seguidores.

Honrar a los padres no es opción. Jesús pide y demuestra con hechos que cumplamos con este mandamiento. Al encargar a su discípulo y primo la vida de su madre, sienta un precedente para que, en este caso la familia, pero también la Iglesia como tal, asumamos la responsabilidad de cuidar de todas las formas posibles a quienes están cerca.

Jesús entrega a su madre a su discípulo y con ello entrega a los desprotegidos en manos de la iglesia para que cuidemos de ellos. Por eso Santiago años después escribiría que la verdadera religión es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones (Stg 1:27).

Textos Controversiales: ¿Por qué Juan la recibió y no los hermanos de Jesús? El mismo Juan advierte que los hermanos de Jesús, al momento, no eran precisamente sus seguidores (Jn 7:5). Además, ¿quién mejor que Juan el discípulo y familiar que más entiende el corazón de Jesús, para cuidar de María?

Por otra parte, se observa el hecho de que Jesús llama a María mujer. En la cultura occidental esto pareciera una falta de respeto, pero, para el judío de aquel tiempo, tal término es precisamente todo lo contrario. Un mensaje más que encontramos en esta actitud de Jesús, es el hecho de que, de cierta manera, está marcando una línea divisoria en la relación que tiene con María. Si bien es cierto que hasta ahora había sido su madre y él su hijo, ahora esa relación habría de terminar y empezar una nueva, la del Salvador y salvada; una hija y su Dios, su Señor.