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Jesús es sepultado, Jn 19:38-42.

Jn 19:38-39 “Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras ".

Dos discípulos de Jesús aparecen ahora. Impactados por la forma en que Jesús se entregó a la muerte, son animados a dejarse ver. Arimatea es una zona a unos 30 km (18 millas) de la ciudad de Jerusalén en el camino a Jope. Al parecer este José es un personaje importante dentro del Concilio, rico e influyente, pero ni él ni Nicodemo, quien intentó defender tibiamente a Jesús (Jn 7:50,51), pudieron cambiar la situación. Si bien es cierto que el miedo lo había paralizado antes, en el momento que los discípulos visibles “brillan por su ausencia”, este varón bueno y justo (Lc 23:50) cobra valor y se declara abiertamente seguidor de Jesús. Los dos miembros del Sanedrín deciden actuar en el momento que más eran necesarios, dejando de lado las posibles consecuencias de su acción.

Juan es el único que menciona a Nicodemo, pero a José de Arimatea lo mencionan los cuatro evangelios. Ente ellos dos prepararon lo necesario para la sepultura de Jesús. José puso su sepulcro nuevo y probablemente también los lienzos; Nicodemo entregó el compuesto de mirra y áloe, como cien libras, (una cantidad imprecisa que se calcula en cerca de treinta kg), cantidad utilizada sólo con ricos, poderosos y reyes, cumpliendo así la profecía de que con los ricos fue en su muerte (Is 53:9).