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El Verbo hecho carne (Jn 1:1-18)  

Jn 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” 

El Verbo se presentó ante el mundo. Lo hizo convirtiéndose en un ser de “carne y hueso”. Sin dejar de ser Dios, el Verbo asumió nuestra naturaleza, vino a ser como nosotros. No es que solo haya tomado una forma humana, sino que se hizo verdaderamente hombre.

Nota Doctrinal: El docetismo, una herejía de la historia temprana de la iglesia, enseñaba que la humanidad de Jesús había sido sólo una apariencia, pues el “Logos” no podía ensuciarse con lo material. Sin embargo, las palabras de Juan no dejan ninguna duda, el Señor se hizo semejante a nosotros. Posteriormente, el evangelista condenaría cualquier afirmación contraria a esta verdad (1 Jn 4:1-3).

La frase “habitó entre nosotros” literalmente puede traducirse como “puso su tienda entre nosotros” nos recuerda el arca del pacto, símbolo de la presencia divina, que habitó en el tabernáculo y por medio de ella Dios moraba entre su pueblo. Ahora el Verbo plantó su tabernáculo entre los hombres. Él es Emanuel, “Dios con nosotros” (Mt 1:23).

La empatía de nuestro Salvador se hizo evidente al encarnarse. El Verbo ahora participaría de todas las experiencias humanas: Sintiendo hambre, conociendo el cansancio, sufriendo, llorando y también siendo tentado –aunque nunca pecó, dejándonos ejemplo–. Es por ello que él es capaz de compadecerse de nuestras debilidades (Heb 4:15). Algunos ven en el Verbo encarnado a un hombre común, como cualquier otro, pero no es así. Como ya ha dicho Juan, muchos no creyeron en Él; pero aquellos que lo recibieron pudieron contemplar a través de esa humanidad la gloria propia del único Hijo de Dios. Experimentaron la gracia salvadora y conocieron la verdad en aquel que reveló al Padre.

Nota Doctrinal: El término “unigénito” que aparece en este versículo, también fue usado exclusivamente por Juan. (tratados antiguos, definen unigénito así: “El único nacido de tal forma”). Sirvió para describir la singular relación entre el Padre y el Verbo. Es cierto que los que creen en Jesús llegan a ser hijos de Dios, pero solo Cristo es el Hijo en un sentido especial y único. El resto de la humanidad son “hijos por creación”, y los que le hemos aceptado, somos “hijos por adopción”