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Testimonio de Juan el Bautista, Jn 1:19-34 (Mt 3:11,12; Mr 1:7,8; Lc 15-17)  

Jn 1:25 “Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?” 

Al saber que Juan no era ninguno de los personajes que ellos esperaban, le cuestionaron sobre su autoridad para practicar el bautismo. Él no había sido “ordenado” por alguna autoridad religiosa. Dios lo había levantado como profeta (Lc 1:76). Su autoridad venía de Dios, aunque no quisieran aceptarlo sus opositores (Mt 21:23-27, 32).

Durante el período intertestamentario, los judíos practicaron una forma de bautismo con los gentiles que se convertían al judaísmo. Entre los esenios se practicaban también baños rituales como símbolo de purificación. En el Nuevo Testamento, las palabras griegas que se traducen como “bautismo” y “bautizar” se usan también para otro tipo de ritos, tales como el lavamiento de manos y el lavado de objetos (Mar 7:4; Luc 11:38). En Hebreos 9:10 aparece como “abluciones” y en el caso de Juan, su bautismo es de arrepentimiento para perdón de pecados (Mr 1:14; Lc 3:3). Quienes se bautizaban, debían confesar sus pecados y dar muestras de que habían abandonado sus maldades (Mt 3:6, 8) además de creer en Cristo, como lo ratificó Pablo (Hechos 19:4).