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El Verbo hecho carne (Jn 1:1-18)  

Jn 1:9-13 “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” 

El “Verbo”, que está en comunión con Dios desde la eternidad, el creador de todo lo visible, hace su aparición en el mundo. Él alumbra con su luz a todos, sin embargo, sabemos que el mundo ha sido cegado por el dios de este siglo, según lo descrito por el apóstol Pablo (2 Corintios 4:4). Los hombres han sido incrédulos y han rechazado el mensaje del evangelio. Peor aún, se esperaba que el pueblo que tanto anhelaba la llegada del Mesías, lo recibiera, pero muchos lo rechazaron. Quienes estaban a la expectativa del redentor debieron haber creído en él. Pero el evangelista afirmó que aquellos tampoco “le recibieron” (v. 11).

En el versículo 12, Juan afirmó que los “que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, y aunque el pueblo judío en general rechazó a Jesús, un buen número lo recibió. Es como siempre, un pequeño remanente es que acepta al Salvador. Estos pocos que han creído en el nombre del Verbo (aquí “nombre” equivale a su persona), han recibido el privilegio de ser hechos hijos de Dios. Esto es posible a través de la regeneración y el nuevo nacimiento; es una obra sobrenatural que ocurre por la intervención del Espíritu Santo redarguyendo.

Para Meditar: No se puede llegar a ser hijo de Dios tan solo por el esfuerzo personal, o solo por cumplir con algún ritual religioso. Tampoco se logra ser hijo de Dios por ser de alguna denominación o religión, y tampoco es algo que puede recibirse por herencia genética. Sino que cada uno ha de tomar la decisión de creer en Jesucristo para acceder a este privilegio que sólo el Padre puede otorgar. Es cierto que todos los hombres son creación de Dios, pero sus hijos son solamente aquellos que le “adoptan” como Padre y dejan de ser tan solo “hijos por creación”.