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El paralítico de Betesda 5:1-27, La autoridad del Hijo, Jn 5: 19-29 

Jn 5:24-27 “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no vendrá a condenación mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y la hora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre"

En los versículos 24 y 25 aparecen dos “de cierto, de cierto os digo” El primero es: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna” y el segundo es: “Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios”. Cada “de cierto” conlleva una consecuencia. Aceptar a Jesús significa tener vida; negarlo es tener muerte. Dos condiciones para tener vida eterna: Oír la palabra de Jesús y creer en el Padre quien le envió. Los verbos: oír, creer y tener están en tiempo presente, por lo tanto, tiene realidad presente. Juan 20:31 dice: “Pero estas se han escrito para que creías que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.

En cuanto al segundo “de cierto”, la primera parte de la frase es semejante a la que el Señor Jesús le dijo a la samaritana: “Más la hora viene, y ahora es” (Jn. 4:23). En este pasaje dice: “Viene la hora y ahora es”. El nuevo orden se abre paso ante el antiguo. Con la samaritana, el tema fue en cuanto a la adoración, aquí en cuanto a la vida eterna. Los muertos espiritualmente oirán la voz del “Hijo de Dios” (título que designa la divinidad de Jesús y su relación única y en esencia con Dios Padre) y tendrán vida eterna (Ro. 6:23; Prov. 8:36; Ef. 2:1-3). Aunque su voz puede ser escuchada por todos los hombres, algunos cerrarán sus oídos a la voz del Hijo de Dios.

Los versículos 26 y 27 sirven de transición de tema y se menciona un título de Jesús comúnmente utilizado por los evangelios: “Hijo del Hombre” (Mt.8:20; Lc. 5:24; Mt. 10:23; Lc. 12:8). Este título se menciona por primera vez en el libro del profeta Daniel (7:1-14). A éste “hijo de hombre” que vino hasta el Anciano de días le fue dado “dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dn. 7:14). Juan dice que el Hijo de Dios tiene vida en sí mismo, igual que tiene el Padre, vida en sí mismo. Además, el Padre le dio “autoridad” (ἐξουσίαν: poder, potestad, poder de actuar) de hacer juicio. Dos títulos para dos funciones diferentes. Hijo de Dios para dar vida; Hijo de Hombre (resalta su verdadera y completa humanidad) para hacer juicio.